Sánchez-García, Sandra; Maldonado-Lozano, Manuel Jesús; Gutiérrez-Zornoza, Myriam (eds.). Educar a una sociedad lectora: la lectura, elemento potenciador del bienestar personal y de las relaciones sociales. Madrid: Narcea, 2024. 125 p. (Lectura y educación). ISBN 978-84-277-3145-5. 20 €.
El fenómeno de la lectura se ha convertido en lo que llevamos de siglo en motivo preferente de investigación y análisis, especialmente en el campo de las ciencias sociales y las humanidades. Es evidente que, para desenvolverse en la sociedad actual, presidida por la saturación informativa y donde se ha convertido la complejidad en un valor en sí mismo, leer no solo significa descifrar signos, sino interpretar, contrastar, analizar los mensajes y entender en lo posible los contextos desde los que se emiten. Desde hace unos años la lectura se entiende además como indicador del grado de desarrollo de una sociedad. Ya no es solo elemento decisivo para la configuración de la identidad del individuo sino también índice de bienestar de una comunidad. Pero a la vez que se multiplican los enfoques y los procedimientos de promoción de la lectura, datos recientes nos sumergen en una realidad poco complaciente. El informe PISA 2023 indica que los alumnos españoles obtienen los peores resultados de los últimos veinte años en lectura, matemáticas y conocimiento científico. En comprensión lectora, el nivel medio baja tres puntos con respecto a la edición anterior y veintidós si se tiene en cuenta el informe de 2015. Estas referencias poco gratas ayudan, sin duda, a apreciar en su justa medida las iniciativas que se recogen en este libro, cuyo propósito queda de manifiesto en el título, Educar a una sociedad lectora.
Señalan Sandra Sánchez-García y Santiago Yubero en la presentación que «El hábito de leer no nos hace mejores personas», y alegan como prueba irrebatible los testimonios que describían a los guardianes del campo de exterminio de Auschwitz como amantes de la lectura. En definitiva, como suele recordarse, el país más avanzado y culto de Europa en aquel momento se precipitó en un abismo difícil de entender. Con todo, Sánchez y Yubero abogan por la lectura como instrumento imprescindible en la construcción cabal del individuo y de la sociedad. Y claro está que ha de tratarse de una lectura libre, no enfocada al adoctrinamiento sino a propiciar que los individuos adopten sus decisiones de manera personal y responsable.
Los ocho capítulos que componen el libro muestran planteamientos muy distintos. Luisa Santamaría, que titula su aportación «Había una vez… un canon», propone ampliar los modelos textuales usados habitualmente en las aulas mediante microrrelatos, álbumes sin palabras, distintas variedades de lo epistolar, títulos de álbumes ilustrados que concedan a la metaficción un lugar relevante, obras de no ficción, etc. En «La desmitificación del dragón en álbumes ilustrados actuales para la infancia» se analiza cómo el arquetipo del dragón, personaje negativo sin resquicios en la literatura infantil tradicional, ha sido transformado en los últimos tiempos con el ánimo de cuestionar prejuicios, superar tópicos o transformar la consabida amenaza del personaje en ironía y fuente de humor. Marianela Fernández demuestra que la actual literatura infantil y juvenil estadounidense no ha superado del todo aprensiones de carácter racista o clasista que parecían propias del pasado. Nadia Altamirano argumenta a favor de la lectura de poesía a niños prematuros ya en el contexto hospitalario. Isabel Jerez, Lourdes Hernández, Marina Maestre y Eduardo Encabo defienden procedimientos de lectura dialógica con el objetivo de impulsar la igualdad de género en los jóvenes lectores y lectoras. María Elche, Santiago Yubero y Elisa Larrañaga apuestan por las relaciones intergeneracionales a través de la lectura con el propósito de favorecer la vida cotidiana de los mayores y de enriquecer el proceso de maduración de los jóvenes. Manuel Jesús Maldonado y Myriam Gutiérrez-Zornoza describen la experiencia de un club de lectura de cómics entre adolescentes en centros de acogida, de manera que las historias compartidas facilitan la narración no traumática de la propia vida. Julia Feijóo y Ana M. Guadalupe cuentan cómo a partir del libro A crebeira Marabillas de Olaia Sendón algunos grupos de Educación Infantil y Primaria asumieron responsabilidades en la conservación del medio ambiente.
Una característica reseñable del libro es que reúne propuestas de lectura tanto dirigidas al ámbito educativo reglado como a situaciones de educación no formal, entendiendo, por lo tanto, la lectura como herramienta de mejora de la sociedad como tal. Ciertamente, predominan en los diferentes capítulos formulaciones de presupuestos teóricos desde los que fomentar la lectura, propuestas de corpus idóneos para diferentes coyunturas o descripciones de situaciones de lectura idóneas. Convendría complementar estas aportaciones con indagaciones de campo que ratificaran con datos estas premisas. Una segunda parte de la obra diseñada en esta dirección podría resultar, pues, tan provechosa como esta entrega, Educar a una sociedad lectora, que abunda en presupuestos abiertos y actuales.
José Domingo Dueñas Lorente
Universidad de Zaragoza
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