Molloy, Sylvia. Citas de lectura. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Ampersand, 2017. 76 p. (Lector&s; 4). ISBN 978-987-4161-04-8. 18 €.
La autobiografía no es un género exento de la libertad editorial. Cuando alguien se toma la molestia de narrar los hechos de su vida, incluso si existieran pruebas que le contradigan, es su palabra la que tiene la autoridad única que un lector busca para someterse a los encantos del narrador. Las hay escritas de forma larga y detallada, corta y precisa. Unas adornan lo común y mundano con prosa grandilocuente, otras hablan de vivencias extraordinarias como si se tratara de los hechos del día a día. Luego están las que toman un enfoque diferente.
Lo que cautiva en Citas de lectura (Ampersand, 2017), de Sylvia Molloy, no son los libros que la han definido como lectora y escritora, sino la manera como estos han aparecido en escenas clave, y en otras no tanto, de su historia. Desde la lectura clandestina de las novelas que su madre guardaba en su mesa de noche, marcadas por la violencia y el sexo, hasta los recetarios de cocina exótica y la poesía de T. S. Elliot, a la que fue introducida por el más querido de sus primos, pelirrojo y muerto. La literatura es así, para ella, el medio físico por el que transcurre su vida.
En lugar de una biografía aderezada por libros, Citas de lectura se lee más bien como fragmentos de una novela, con Argentina, Francia y Estados Unidos en el trasfondo. Sin pompa de ningún tipo, Sylvia Molloy narra, por ejemplo, sus encuentros con Borges en la Biblioteca Nacional; aquel pequeño robo suyo, inocente, aunque no por eso corto de malicia, en una librería de París; sus celos pasajeros tras encontrar, en una tienda de viejo, un libro que Silvina Ocampo había autografiado y dedicado a un amigo que ambas tenían en común; esa vez en la que asistió a una discusión, cada vez más elevada de tono, en la que Victoria Ocampo acusó a José Bianco de robarle un libro y amenazarlo con ir a decírselo a su madre.
Son veintinueve bosquejos que, por la manera como están escritos, pueden leerse en cualquier orden sin sacrificar con ello su sentido. Se trata de un texto breve que puede concluirse en un par de horas, incluso menos, lo cual dice maravillas sobre los talentos de su autora, que ha sido capaz de sintetizar de esa forma una trayectoria profesional que engloba a la escritura y la docencia en dos continentes. Aunque, tratándose de ella, era de esperar; también ha publicado Acto de presencia (Fondo de Cultura Económica, 1996), un ensayo con el que analiza la autobiografía como un género literario en la América hispana.
Ampersand es un sello editorial argentino que se dedica a los estudios literarios, la escritura y los archivos, la historia de la lectura y la producción de la cultura visual. Todas ellas temáticas de matices bizantinos, en apariencia más al gusto de un público especializado, aunque no se necesita tener una licenciatura en ninguna de estas disciplinas para disfrutar del libro de Sylvia Molloy. Con su mezcla de anécdotas y observaciones, es una lectura a la que se puede volver en busca de pequeñas gemas. Podría pasar, incluso, a ser parte de los títulos personales que definen a la mesa de noche de cada persona. Una mesa tal vez no muy diferente a esa en la que su madre, hace ya tantos años, guardaba esas primeras lecturas que parecían peligrosas y salvajes.
Antonio Tamez-Elizondo
De la 6.ª promoción de la Escola de Llibreria
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