Clavería Laguarda, Carlos. Contra la bibliofilia: no amarás los libros sobre todas la cosas. Madrid: Turpin, 2015. 141 p. (Los libros de Sansueña; 9). ISBN 978-84-944184-2-6. 18 €.
Si uno desea acercarse al mundo de los libreros, los coleccionistas, los ejemplares raros o únicos, las subastas… éste es un buen libro: Contra la bibliofilia. Su autor, Carlos Clavería, es miembro de la selecta cofradía de los libreros anticuarios y arranca la obra de una manera bien explícita: «Este es un mundo […] lleno de anacronismos, de avaricia, de obsesiones, de leyes obsoletas, de incultura general y otras lindezas semejantes como la especulación, la envidia y la falsificación.»
Doctor en Filología y con una sólida formación humanística, Clavería cuenta con una experiencia de más de 25 años de librero anticuario en Barcelona y Madrid; y en la actualidad reside en la ciudad de Bolonia, en Italia.
No son éstas unas memorias de un librero, al modo de Antoni Palau i Dulcet; ni la descripción de una obsesión, la bibliofilia, bien estructurada y a golpe de chascarrillo como la de Francisco Mendoza Díaz-Maroto o la más reciente de Miguel Albero; tampoco es un recorrido evocador del mundo evanescente de las librerías, como el de Jorge Carrión; finalmente, no se busquen en Contra la bibliofilia ajustes de cuentas explícitos (que privados los hay, pero siempre con decoro).
Desde la experiencia, la erudición y un fino sentido del humor, Clavería organiza la obra a partir de cinco ejes para tratar de los aspectos que él considera más relevantes en el mundo del libro antiguo, raro y único.
El primero de los capítulos lo dedica a su propio gremio, el de los libreros de viejo o anticuarios; sin mencionar nombres propios de colegas de profesión pero con la ayuda de la auctoritas de escritores clásicos y modernos se despacha a gusto en el empeño. Deliciosas son algunas de las anécdotas documentadas como la relación de Erasmo con impresores y libreros, las falsificaciones lionesas de las ediciones de Aldo Manuzio o el remedo de libros de principios del XVI convertidos en incunables a base de raspar las fechas de los ejemplares.
Perentorio, el segundo capítulo que dedica a la fijación de los precios de los ejemplares y los problemas derivados del estado y particularidades del ejemplar, y por supuesto de la especulación. Sin duda «tasar un libro es tan difícil como peinar una hoguera», para ello Clavería analiza y expone algunos casos concretos con la ayuda de la cronología y de otros índices económicos para poder sacar algunas conclusiones. Una de ellas es que las primeras ediciones, las llamadas ediciones prínceps, son un objeto de deseo frecuentemente absurdo o arbitrario, con precios desorbitados: los ejemplos de las primeras ediciones del Quijote de Cervantes impreso por Sánchez Cuesta en 1604 y los Principia de Isaac Newton de 1687, ediciones ambas infestadas de errores, son certeramente analizados.
Los coleccionistas aparecen como seres envidiosos, vanidosos, en ocasiones incultos y con frecuencia obsesivos o fetichistas; éstos no quedan a salvo de los dardos de autores de todas las épocas que han tratado del asunto y que Clavería trae a colación. También las obras dedicadas a blanquear las reputaciones de los bibliófilos mediante reflexiones engoladas y autocomplacientes son objeto de las reflexiones irónicas del autor.
Un ambiente glamuroso puede en ocasiones esconder mucha porquería y las subastas podrían bien ser uno de estos ambientes. En el capítulo cuarto se describen los usos y costumbres de algunas de las plazas más importantes de subastas de libros como París o Londres, o de países como Alemania y España. Desde que se inician estas subastas, pronto se hará evidente la necesidad de regular una práctica que en lugar de beneficiar a todo el mundo se pervierte sólo para beneficio de algunos pocos. Tal y como Clavería cita a Joan Lluís Vives: «no hay de suyo ley tan buena que la malicia de los hombres no pueda retorcer al antojo de sus necesidades».
El quinto capítulo es una reflexión sobre la que el autor considera una de las peores patologías del libro, la de las encuadernaciones artísticas: ¿cuánto daño han hecho Brugalla y los suyos?, mucho, en opinión de Clavería, mucho más de lo que alcanzamos a pensar, y tal y como coinciden especialistas de prestigio como Mercedes Dexeus o Julián Martín Abad.
La bibliografía con las obras citadas en el texto cierra el libro; como no podía ser de otra manera, ésta es completa, sorprende sin embargo la abundancia de pequeños errores en su ordenación, ¿será el efecto primera edición?
Un libro técnico y erudito, pero siempre ameno y deliciosamente escrito, una lectura muy recomendable para todo aquel que se interese por este mundo «lleno de anacronismos, de avaricia, de obsesiones...» pero sin duda apasionante.
Lluís Agustí
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