Guerrero, Gustavo. Paisajes en movimiento: literatura y cambio cultural entre dos siglos. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2018. 186 p. ISBN 978-987-712-147-6. 18,50 €.
Los cambios temporales están siempre cargados de significado con respecto a su grosor; mientras más largo sea el periodo que termina, mayor es su peso simbólico. No es lo mismo el fin de una década que el de un siglo, ya no se diga un milenio. Estos pasos en el tiempo traen con ellos la promesa de los cambios, por lo general a mejor, aunque esa no es necesariamente la regla. En periodos más bien recientes, en los últimos cincuenta o sesenta años, la diferenciación entre los tiempos se volvió patente en todo aquello relacionado a los dos sentidos más poderosos; la vista y el oído. La música, la moda, la arquitectura, el cine, todos ellos tienen representantes claros a lo largo y ancho de las décadas del pasado siglo.
La literatura no está exenta de fenómenos relacionados. ¿Cómo ha afrontado el marco latinoamericano el paso del siglo veinte al veintiuno? ¿De qué manera tomó los fracasos del primero, con su pompa nacionalista y revolucionaria, y cómo se relaciona con el cinismo del último? Para Gustavo Guerrero, profesor de literatura en la Universidad de Paris-Seine, la manera de abordarlo es con el ojo de un fotógrafo, o tal vez el de un artista, que divide el entramado en tres paisajes bien diferenciados; el tiempo, el mercado y la nación.
Bajo este esquema, Paisajes en movimiento (Eterna Cadencia, 2018) plantea entender los cambios por los que ha pasado la literatura latinoamericana, recurriendo a las ideas, usos y maneras de escritores esparcidos a lo largo del continente, como César Aira, Roberto Bolaño, Luis Felipe Fabre, Eduardo Milán, Octavio Paz y Juan Gabriel Vásquez.
El pasado y el futuro siempre han sido los ejes de referencia para la cultura, pero en una época en la que el pasado se ha vuelto un pastiche y el futuro no fue lo que se prometió, el presente estancamiento toma relevancia. Esta bancarrota se puede observar sobre todo en la música y el cine popular, en la que las novedades estilísticas se notan por su ausencia y los refritos están a la carta. Una crisis de la novedad y cambio que encuentran su reflejo literario en La velocidad de las cosas, de Rodrigo Fresán, en la que los escritores van muriendo en un Buenos Aires apocalíptico conforme se acerca el fin del milenio. El presente, con sus derivaciones hacia ninguna parte, se vuelve entonces, en palabras del propio autor, «un tiempo del cual el pasado y el futuro parecen haberse retirado súbitamente».
Junto con su labor docente, Gustavo Guerrero es también miembro del consejo editorial hispano del sello francés Gallimard. Es así, testigo de los cambios por los que el mercado del libro ha pasado en los últimos años; otra manera de entender el flujo del tiempo en la literatura. Desde el auge de las grandes casas editoriales hasta el actual modelo de la editorial pequeña e independiente y, desde luego, las manías y malas prácticas ocasionadas por el mercado: el auge editorial de la novela por encima del cuento y la poesía; la escasa, por no decir ausente, publicación de estudios culturales y sociológicos de autores latinoamericanos en España; la lucha por espacio físico, visible, en las librerías.
Las ruinas y el colapso también son buenos marcadores del tiempo. Incluso las ideas, que se jactan de ser duraderas, también son víctimas de la vejez. Los símbolos patrios se han erosionado con la llegada de la globalización, los mitos fundadores y las grandes historias nacionales han perdido el peso que anteriormente comandaban. Estos sentimientos, aunque tienen su base allá por los setenta, encuentran armadura en una corriente antipatriota, más bien irónica y sarcástica, en escritores como Rodrigo Fresán y Castellanos Moya, entre otros. Una literatura joven que busca desligarse de una carga histórica rellena de revoluciones y dictaduras que han sustentado su propia existencia bajo la bandera de la nación. Esta concepción, sin embargo, es un vacío, pues como advierte el propio Gustavo Guerrero, de no encontrarse nuevas ideas o modelos de sociedad, podríamos con el tiempo volver a modelos rancios, populistas y autoritarios sobre lo que es y lo que no es una nación. Tal vez esto explicaría un poco el reciente auge de ciertos populismos en América y Europa.
Eterna Cadencia ha hecho un gran trabajo con la publicación de Paisajes en movimiento; es una edición compacta y bien cuidada que engrosa la obra ensayística de su autor, quien ha obtenido, además, el XXXVI Premio Anagrama de Ensayo por su libro anterior, Historia de un encargo.
Antonio Tamez-Elizondo
De la 6.ª promoción de la Escola de Llibreria
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