Fernández Soldevilla, Gaizka; López Pérez, Juan Francisco. Allí donde se queman libros: la violencia política contra las librerías (1962-2018). Madrid: Tecnos, 2023. 261 p. ISBN 978-84-309-8758-0. 27,50 €.
Gaizka Fernández Soldevilla y Juan Francisco López Pérez abordan un tema muy interesante en la obra Allí donde se queman libros: la violencia política contra las librerías (1962-2018), Madrid, Tecnos, 2023. El título hace referencia a la primera parte de la famosa frase del poeta y ensayista alemán Heinrich Heine en su obra Almanzor de 1823: «Allí donde se queman libros, se acaba quemando personas». En los últimos años han aparecido diferentes publicaciones que han abordado la destrucción de libros a lo largo de la historia, como los de Fernando Báez: Historia universal de la destrucción de libros: de las tablillas sumerias a la guerra de Irak (Destino, 2024); Ana Martínez Rus: La persecución del libro: hogueras, infiernos y buenas lecturas (1936-1951) (Trea, 2014), Libros al fuego y lecturas prohibidas: el bibliocausto franquista (1936-1948) (CSIC, 2021); Richard Ovenden: Quemar libros: una historia de la destrucción deliberada del conocimiento (Crítica, 2021). Lamentablemente, la persecución del libro ha sido una práctica que ha proliferado en diferentes épocas y países.
En este caso se analizan los asaltos violentos a las librerías. El estudio de los ataques a estos espacios de libertad, como decía el poeta Joan Margarit, representa otra manera de abordar la violencia política en el país. Mediante la utilización de numerosas fuentes, principalmente de prensa, estos autores analizan cuantitativa y cualitativamente los atentados que sufrieron las librerías durante más de cincuenta años de la historia reciente de España. Estas actuaciones terroristas están contextualizadas en el marco de las actuaciones generales de estos grupos, así como en una ofensiva a diversas manifestaciones culturales de la época. Cabe destacar que no hubo que lamentar víctimas mortales en ninguno de los ataques violentos a las librerías. Pero eran actos con una gran carga simbólica en contra de la libertad de prensa, de expresión y de pensamiento. Lo habitual era la rotura de escaparates, incendios mediante el lanzamiento de bombas, cócteles molotov, aparte de arrojar pintura y realizar pintadas. También hubo tiroteos como el perpetrado contra la Librería Rafael Alberti en 1977. Este establecimiento fue abierto dos años antes en Madrid por Enrique Lagunero, hermano de Teodulfo Lagunero, ambos destacados miembros del Partido Comunista.
La mayoría de esos episodios de bibliofobia correspondieron a sectores de ultraderecha y parapoliciales, un 87 %, mientras que ETA realizó un 7 % y los grupos de extrema izquierda un 4 %, y no se ha podido determinar la autoría en el 2 % de los casos. No sorprende la furia de la extrema derecha contra la letra impresa teniendo en cuenta el fenómeno del bibliocausto que acompañó la configuración de la dictadura franquista. La destrucción del patrimonio bibliográfico anterior a la guerra mediante hogueras y guillotinas fue una seña de identidad del régimen, junto con la censura. Los años de mayor virulencia fueron los comprendidos entre 1973 y 1978, siendo 1975 el año más negro, y las regiones más afectadas fueron Cataluña, País Vasco, Madrid y Valencia. Los cambios socioeconómicos y culturales que vivió el país durante los años sesenta junto con la nueva Ley de prensa de 1966 explican la aparición de nuevos sellos y la publicación de obras que se vieron como una amenaza para los sectores más inmovilistas del régimen a medida que crecía la oposición interna al franquismo. Por tanto, no es de extrañar que las librerías fueran el objetivo de la ira de estos grupos de extrema derecha. Tampoco sorprende que estos sectores neofranquistas y neofascistas continuasen atacando a las librerías durante los años de la Transición en su objetivo de boicotear la llegada de la democracia.
Las principales librerías atacadas por la ultraderecha eran aquellas cuyos dueños eran militantes de izquierda o nacionalistas, organizaban reuniones de opositores, y vendían libros prohibidos. No se trató de casos indiscriminados. Este fue el caso de la Librería Alberti, Fuentetaja y Visor en Madrid, las librerías Antonio Machado de Madrid y Sevilla, las librerías Taüll, Librería Francesa y Cinc d’Oros de Barcelona, la Librería Pórtico de Zaragoza o El Parnasillo de Pamplona, entre otras muchas.
La última parte del libro está dedicada a la violencia de ETA contra los establecimientos libreros, situada dentro de la estrategia general de la organización abertzale radical. No en vano uno de los autores, Gaizka Fernández, es uno de los máximos especialistas en el terrorismo etarra y responsable de investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. La banda terrorista ETA también atacó librerías como Aritz, El Caldero Mágico o Minicost, destacando su acoso a la Librería Lagun de San Sebastián, que paradójicamente había sufrido atentados ultraderechistas. De hecho, es el establecimiento que más agresiones ha recibido a lo largo del período estudiado, aparte del atentado que sufrió Ramón Recalde, el marido de la propietaria, Teresa Castells, y que lamentablemente acaba de cerrar sus puertas al público. A esta mítica librería los autores le dedican el capítulo veinticinco de la obra.
En esta monografía resulta sumamente significativa la interrelación que se establece entre el desarrollo de la oposición y la intensificación de la represión franquista, así como la respuesta virulenta de los grupos de extrema derecha a los cambios políticos con las agresiones a las librerías. Estos establecimientos eran percibidos como peligrosos porque eran agentes de cambio sociocultural que socavaban los cimientos de la dictadura. Del mismo modo relaciona la historia violenta de ETA con las agresiones de kale borroka contra las librerías.
Aparte de numerosos gráficos, el texto está ilustrado con fotos de algunos de esos ataques a librerías y apoyado en numerosos testimonios de profesionales del libro muy relevantes. De hecho, el libro está dedicado a ellos, a los que sufrieron esa violencia, pero mantuvieron contra viento y marea sus librerías como lugares de libertad.
Aunque esta monografía se aborda desde la perspectiva de la violencia política, nos ilustra sobre aspectos cruciales de la historia de la edición y de la lectura en un periodo que falta por estudiar en profundidad. Recoge la resistencia de unos libreros que, a pesar del miedo y de las pérdidas económicas, mantuvieron sus locales como islas de libertad y de lucha contra la intolerancia y el fanatismo. Además, desde sus humildes negocios contribuyeron a consolidar la democracia en el país, ofreciendo títulos críticos y plurales a todos los lectores.
Ana Martínez Rus
Universidad Complutense
Afegeix un nou comentari