Aguiló, María Paz. De bibliotecas y librerías: la Librería Científica del CSIC. 2.ª ed, rev. y ampl. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2021. 46 p. (23 de abril; 3). Disponible también en línea en: http://libros.csic.es/product_info.php?products_id=1513. ISBN 978-84-00-10841-0. 8 €.
Desde enero de 2008, la editorial del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) viene publicando una serie de conferencias impartidas por diversos agentes acreditados del sector del libro y del mundo académico. La colección, bajo el nombre «Serie 23 de Abril», alberga cerca de una veintena de textos orientados, por un lado, a la reflexión sobre el valor del libro como objeto físico; y por otro, a la divulgación del trabajo que el centro lleva a cabo anualmente en materia de humanidades y ciencias sociales. De este modo, encontramos textos ubicados en el plano de la experiencia sensorial de los lectores, pero también otros más relacionados con la función social de esta agencia estatal cuya fundación se remonta a 1939. Dado su marcado carácter historicista, la publicación que aquí nos ocupa se sitúa en la segunda tipología.
En la cubierta de este pequeño cuaderno aparece el dibujo de un hombre con tres libros por cabeza; presumimos que ordenada. Los lomos constituyen el lado frontal del sujeto, respetando así la estética de lo que todos entendemos por estante organizado. El librero, presumamos también su profesión, viste ropa ancha y apoya un pie sobre cuatro ejemplares apilados en el suelo. El ilustrador ha retratado el momento justo en el que se dispone a colocar el primer libro que va a dotar de sentido a un mueble vacío. La imagen podría expresar tanto el inicio de un proyecto como la restauración del mismo, impresión que nos sirve como anticipo de una propuesta comercial en constante evolución.
Nos hallamos ante un texto de corte conmemorativo en el que se narra la historia de la librería científica del CSIC. Desde su inauguración a mediados del siglo pasado hasta su reapertura en marzo de 2020, la autora recorre los años decisivos para la gestación del Centro de Estudios Históricos (CEH), institución pionera a la hora de apostar por la creación de un espacio dedicado a la venta de investigaciones científicas. La iniciativa, que ha ido pasando por distintas sedes hasta afincarse en el número 123 de la calle Serrano de Madrid, respondía a la necesidad de hermanar el ámbito científico y el cultural, en aras de alcanzar un reconocimiento mayor de la intelectualidad española fuera de nuestras fronteras. Para ello, era necesario habilitar un espacio que, más allá de su modesta vocación comercial, también pudiera ser percibido como punto de reunión para maestros y aprendices. Estos últimos, en tanto que responsables del relevo generacional del que precisa toda escuela de pensamiento para mantenerse al día en el debate académico, representaban el ideal de usuario a fidelizar.
Aguiló acierta con la estructuración de su escrito, pues, desde la concisa fragmentación de una cronología prolongada, logra aunar cada uno de los avances para la constitución del núcleo documentalista del CSIC con su correspondiente impacto en la esfera sociocultural de la época. En este sentido, se hace mucho hincapié en la labor autorial del arquitecto castellanomanchego Miguel Fisac, figura destacada del urbanismo español y encargado de dirigir algunos de los proyectos que posibilitaron la refundación de la entidad una vez terminada la Guerra Civil. Tras el resumen que se nos ofrece sobre la trayectoria artística de Fisac, se vislumbra el que sin lugar a dudas es el mensaje último del libro: la importancia de entender las librerías, o en su defecto las bibliotecas, como el «espacio físico de la lectura» (p. 8).
«La cimentación de la arquitectura sobre cánones clásicos de tipo fascista ya no le llenaba» (p. 34), afirma Aguiló para subrayar la deriva vanguardista en la que se adentró el arquitecto poco antes de acometer el diseño de la librería. Todo aquel que se decida a visitarla, no tardará en percatarse de que no se trata únicamente de una tienda de libros. La distribución del mobiliario, así como la calidad de sus materiales, conforman un entorno distinguido al que acudir con tiempo y actitud reposada. Al llegar, topamos con una antesala provista de una amplia cristalera que, como si de un acuario se tratara, aporta profundidad y amplitud al interior del local. Una vez dentro, todo parece orientado a establecer una completa armonía entre el lugar y la labor que en él se pretende desarrollar, lo que se traduce en la búsqueda de una funcionalidad plena para la exhibición bibliográfica.
Este tipo de proyectos contribuyen a la paulatina reformulación del concepto clásico de librería que, desde hace ya más de una década, viene efectuándose en las principales comunidades españolas. La sostenibilidad a medio plazo de la única librería científica del país, podría zanjar parte del debate acerca de la conveniencia de seguir inaugurando este tipo de centros en un mundo cada vez más digitalizado. En última instancia, todas las librerías –generalistas, especializadas o científicas– cumplen con un mismo cometido: el trato personalizado para con sus lectores. Sin embargo, esta misión, unida a una selección diferenciada del catálogo, parece no ser suficiente para aquellos que siguen apostando por la uniformación de las grandes corporaciones. Imbuido por ese sentimiento, a uno le sobreviene una pregunta sin interrogante, en bruto; casi un arrebato. Consulta airada que, más que buscar respuesta, reprocha la testarudez y la urgencia de quienes habitan la hoja de cálculo: ¡Qué es una librería!
Marc Balboa
De la 7.ª promoción de la Escola de Llibreria
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