Valente, Hipólito. La librería de los cuentos evanescentes: nueve relatos viajando por una Barcelona fantástica. Barcelona: Meteora, 2015. 245 p. (Cíclades). ISBN 978-84-943629-2-7. 18 €.
La librería de los cuentos evanescentes es el trabajo de alguien al que le encanta escribir, pero cuyas capacidades son limitadas. Hipólito Valente (autor enmascarado tras un pseudónimo) lo reconoce en la misma contracubierta del libro. Allí pide a sus lectores, y entiendo que, por extensión, a los críticos de su obra, que sean «condescendientes».
Y, si os soy sincero, me resulta difícil mostrarme implacable en esta reseña; a fin de cuentas, entiendo como el que más las dificultades intrínsecas que conlleva escribir, y valoro el esfuerzo y la dedicación que este oficio requiere. Sin embargo, he decidido que en esta ocasión no voy a ser permisivo. Creo firmemente que sólo una opinión expresada desde la más profunda honestidad es capaz de ayudar a un escritor; sobre todo, a uno novel. Ojalá no me equivoque.
Vamos a explicar primero qué tenemos entre manos. Este volumen está compuesto por nueve piezas de extensión variable. La mayoría son autoconclusivas; una de ellas, en cambio, es un relato largo, dividido en tres partes. Todas las historias aquí recogidas transcurren en la ciudad de Barcelona, preñada por la pátina sepia de la nostalgia. Podríamos enmarcar estos textos dentro del género fantástico, ya que siempre hay un elemento misterioso, preternatural, palpitando tras algún escaparate polvoriento, bajo los adoquines de la calle o agazapado en algún objeto. Este elemento fantástico se confabula con una prosa tirando a poética para situar al lector en una realidad familiar pero ajena al mismo tiempo. A esto hay que sumarle los escarceos de Valente por otros géneros, como el romántico o policial, que acaban dotando al conjunto un aire de folletín.
Este enfoque de la capital catalana, enigmática y asfixiada por el pasado, me remite inevitablemente a Carlos Ruiz Zafón. También la prosa ampulosa de que hace gala Valente. La diferencia entre ambos escritores radica en que Zafón es incuestionablemente solvente en el apartado técnico. En lo personal, su estilo se me antoja afectado y hasta pretencioso por momentos, pero reconozco que funciona. En el caso de Valente, no obstante, me ha costado seguir fluidamente su narración. Y es que además de tener ese toque presuntuoso que también detecto en Zafón, es muy inferior a este último en cuanto a gramática y ortografía.
Quizás lo mejor de este libro son las tramas de los relatos. Aunque los hay mejores que otros, en general destilan un cierto interés. No dejan poso en el lector, pero son entretenidos mientras duran. Además, hacen algún que otro homenaje. Y es que, si algo deja claro Valente, es que no carece de bagaje literario, aunque sus restricciones le impidan sacarle mayor partido a todo ese conocimiento.
En definitiva, pues, La librería de los cuentos evanescentes se gestó gracias a un esfuerzo inconmensurable, no me cabe duda. Toda la fuerza que se le ha dedicado, pero, se agotó en el momento de su concepción, y ahora es incapaz de atrapar al lector. Y, por desgracia, su afinidad temática con obras que la superan la hace todavía más prescindible.
Oriol Vigil
Colaborador de Un libro al día
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