Bessard-Banquy, Olivier. Modernité du livre: de nouvelles maisons d’édition pour de nouveaux lectorats. Joinville-le-Pont: Double ponctuation, 2023. 160 p. (Bibliodiversité). ISBN 978-2-490855-40-7. 19 €.
Olivier Bessard-Banquy es uno de los investigadores del mundo del libro y de la edición más reputados del panorama europeo actual. Antiguo alumno de Asfored, el centro de formación del Syndicat de l’édition, es profesor en la Université de Bordeaux-Montaigne, encargado de la enseñanza de la historia del libro y la edición en el Pôle des métiers du livre.
Su trayectoria es amplia y cuenta con importantes obras, referentes para los estudiosos de la industria editorial en todo el mundo. Por citar algunas de las más emblemáticas, no podemos dejar de mencionar su participación en la magna L’édition française depuis 1945, publicada bajo la dirección de Pascal Fouché en el Cercle de la librairie, o L’industrie des lettres, publicada por Pocket en la colección «Agora» en 2012, en la que analiza la evolución del sector de la edición desde el año 1975 y que, en cierto modo, constituye un antecedente directo de la obra que reseñamos; en Le goût des livres, publicado en 2016 por Mercure de France[1] recoge todo tipo de testimonios sobre el mundo del libro realizado por figuras como Paul Valéry, Albert Cim, Jules Lemaître, Charles Nodier, Gustave Flaubert, Jules Janin, Alain Nadaud, Jean-Jacques Brochier, Philippe Meyer, Éric Chevillard, Jacques Bonnet, François Bon y otros. A estas obras le han sucedido ensayos dedicados a los best-sellers (Best-sellers: l’industrie du succès, Armand Colin, 2021),[2] biografías editoriales, como la dedicada al gran patrón de la edición francesa Antoine Gallimard y su editorial (Gallimard, un siècle d’édition: 1911-2011), ensayos de sociología de la literatura y el libro (Splendeurs et misères de la littérature: ou la démocratisation des lettres, de Balzac à Houellebecq, Armand Colin, 2022) y, finalmente y hasta el momento, el análisis de los nuevos lectorados y la dialéctica innovación-conservación que aborda en su última obra publicada, objeto de esta reseña.
Aunque el término modernidad, con que titula la obra, se podría interpretar como alusivo al periodo posterior a la Ilustración, cuando la edición adquiere su rasgos más definitorios y va articulando un sistema cada vez más industrial vinculado con un lectorado emergente y con un mercado muy estructurado, en este caso se refiere a los aspectos más novedosos de la industria editorial, fundamentalmente los relacionados con la edición digital, y todo el conjunto de prestaciones que le son inherentes.
El libro cuenta con una introducción y cinco capítulos, cada uno de los cuales se centra en algunas de las tendencias que el autor ha detectado como representativas de la edición contemporánea, en su vertiente más innovadora.
La introducción contextualiza el marco en el que se desarrolla la industria del libro digital, caracterizado por una presencia notable en el ámbito universitario y profesional, menos importante en el literario, en el que el dominio impreso es bastante significativo. Destaca Bessard-Banquy la paradoja suscitada por la dialéctica impreso-digital, consistente en que ha sido la competencia instituida por los nuevos formatos la que ha conducido a una mejora considerable de la edición convencional, forzada a competir en prestaciones en el terreno que le es más próximo, esto es, en el de la consideración física de la obra, destacando sus valores como objeto, su materialidad (p. 18). Esta dimensión reviste una importancia especial pues ha determinado una mentalidad orientada hacia la calidad y la innovación, protagonizadas fundamentalmente por pequeños editores que han hecho de estos factores sus patrones de identificación. En correspondencia con esta diversificación de la oferta empresarial se ha producido igualmente una proliferación de nuevas comunidades de lectores más inclinados al consumo de nuevos formatos, pero también de nuevos géneros, como la novela gráfica, los audiolibros y otros sistemas que enriquecen y favorecen la recepción de unos contenidos cada vez más adaptados a diferentes tipo de circuitos de consumo. Una derivación imprevista de este carácter multifactorial de la edición radica en su incorporación como imagen de marca en numerosos productos provenientes de otras industrias del ocio, la comunicación y el comercio (p. 28). Así los libros pueden aparecer como elementos decorativos en la publicidad de numerosos productos que conciben su presencia como un valor añadido de carácter simbólico desencadenante de empatías de todo tipo.
Todos los cambios experimentados en la cadena de valor de libro, afirma Bessard-Banquy, han permitido, por una parte, reforzar su cualidad de objeto, pero por otra, suscitar un movimiento innovador en todos los parámetros que caracterizan a la industria editorial.
El primer capítulo define el libro como un objeto cultural y analiza su importancia en la sociedad, ponderando la creatividad en el seno de la edición, en términos evolutivos respecto a las prácticas más conservadoras. Afirma Bessard-Banquy que este ecosistema en cierto modo conservador se alimenta de unas prácticas en las que los lectores se han habituado a un tipo de composición y maquetación convencionales, presididas por tipografías clásicas como las Bodoni o las Garamond, en el que es difícil distinguir un volumen de la Nouvelle Revue française (NRF) de uno de Grasset o de Albin Michel. Señala las aberraciones cometidas en los primeros años del uso de la informática, de la autoedición o PAO (en francés, publication assistée par ordinateur), un museo de los horrores, dice, con maquetas salvajes realizadas por aficionados salidos de las cavernas de la improvisación gráfica, testimonio de un profundo desconocimiento de los usos y elementos propios de una buena legibilidad. Líneas de composición muy cortas, o muy largas, falsas cursivas, márgenes mal adaptados, blancos aleatorios, etc., constituyen el ejemplo de un tipo de edición que ignora la tradición y concita un movimiento de compensación por parte de los editores más tradicionales.
La cuestión clave, señala Bessard-Banquy, es resolver el problema de la necesidad de innovación cuando durante siglos los lectores se han habituado a leer páginas compuestas de manera clásica, con tipografías tradicionales, con una legibilidad perfecta para generaciones de consumidores de libros. Se trata de un dilema difícil de encajar en un movimiento de renovación decisivo, emprendido, sobre todo desde comienzos del nuevo siglo, por los editores más innovadores e independientes. De ahí que, concluye el autor, todas esas pequeñas editoriales surgidas con la pretensión de renovar un panorama excesivamente inmovilista, se hayan convertido en auténticos laboratorios de investigación sobre la forma del libro contemporáneo, que empieza a renacer bajo nuevas formas, con diseños más audaces y composiciones que, sin abandonar los equilibrios impuestos por la legibilidad, se adentran en propuestas más atractivas e innovadoras.
Precisamente a estas nuevas editoriales se dedica el segundo capítulo de la obra, denominado «Pour una imprimerie de qualité». Bessard-Banquy sostiene que el surgimiento de nuevas editoriales es una de las tendencias más importantes que están transformando el mundo del libro. Estas nuevas editoriales se caracterizan por su enfoque centrado en públicos específicos y por su voluntad de promover una gran diversidad de voces y relatos. Contrasta el autor la edición de carácter artesanal, en el sentido de continuar con una tradición de siglos, con los nuevos modelos surgidos al hilo de las innovaciones tecnológicas que han permitido el lanzamiento de propuestas imposibles sin estas. Un caso singular, que destaca por su impacto en el resto del sector y por las posibilidades que ofrece, es lo que él denomina como «le livre à la carte», esto es, la impresión bajo demanda. Se trata de un modelo que permite resolver el problema de los almacenes, de las existencias de obras en las editoriales, acabar con la amenaza de los libros agotados para los lectores, y definir un sistema de diseño personalizado para determinados colectivos o necesidades específicas, con costes asumibles para cualquier empresa, independientemente de su tamaño. Por otra parte, facilita las reimpresiones de obras muy especializadas, descartadas por su escaso público para una reedición, pero viables aunque sea para la impresión de unos pocos ejemplares. Esta fórmula ha permitido también que empresas editoriales que se mueven en el entorno digital, como François Bon.Net, puedan lanzar ediciones de sus obras en papel, aprovechando las cortas tiradas que permite el sistema. Igualmente se han desarrollado artefactos de impresión in situ, con las Book Machine instaladas en los locales de algunas instituciones, que permiten a cualquier lector imprimir en el momento cualquier título de su catálogo, personalizándolo con algunos elementos, mientras toma un café durante el proceso (p. 83).
Indudablemente, estas posibilidades han incrementado considerablemente la bibliodiversidad y la recuperación de obras condenadas al olvido, por su permanente indisponibilidad. Aunque no se trata de obras comparables en calidad, por la inferioridad de las tintas utilizadas, así como de los materiales de encuadernación, juegan un importante papel como testimonio de unas nuevas formas de acceso y consumo de la información, mas adaptadas a segmentos o nichos de mercado muy especializados, habitualmente desatendidos por la oferta convencional.
El tercer capítulo explora la diversificación de los formatos del libro que, gracias a la tecnología, han experimentado una multiplicación que ha favorecido la asimilación por diferentes tipos de lectores, así como un acceso casi ilimitado a los contenidos editoriales de toda naturaleza. Aunque Bessard-Banquy considera esta multiplicación de formatos una avance indudable, también contrapone algunas particularidades de la edición contemporánea que representan un retroceso respecto a la situación anterior. Particularmente, y en el terreno de la literatura, habla de una creciente tendencia a la «bestselerización» de las obras, emprendida sobre todo por las grandes casas editoriales que, aprovechando la globalización de los mercados y la facilidad para situar sus productos en todos los rincones del mundo, han optado por una simplificación de las propuestas editoriales, por una serialización de las iniciativas y, en definitiva, por una renuncia a la exploración de vías más innovadoras en la conformación de sus catálogos. Una derivada que puede resultar anecdótica, pero que Bessard-Banquy destaca como un efecto indeseado y molesto de las nuevas formas de edición, es el cambio de las encuadernaciones cosidas a las pegadas en muchos de los libros que constituyen su oferta, auspiciadas por economías de escala que priman la cantidad sobre la calidad.
Estas deficiencias, amparadas por decisiones empresariales estratégicas, han provocado un movimiento contrario protagonizado por las pequeñas editoriales, preocupadas por el cuidado del libro como objeto, con encuadernaciones consistentes y diseños bellamente articulados. A lo largo de este capítulo se pueden contemplar numerosos ejemplos de estos desarrollos, ejemplificados con imágenes a color que favorecen la comprensión de los argumentos gráficos, en los que se puede apreciar «un auténtico trabajo de creación cultural, y no solo de fabricación convencional. Cada elección que se ha de hacer –tipografías, papel, encuadernación, etc.– constituye una reflexión que permitirá alcanzar un resultado lo más ergonómico posible». El objetivo es que el interior y el exterior del libro estén en perfecta armonía, que el volumen sea agradable en la mano, y que el libro objeto, mutante, experimental, nuevo, tenga una duración lo más amplia posible.
Son editoriales que, además de centrarse en la edición del libro físico para hacerlo un producto atractivo tanto desde el punto de vista formal como intelectual, se mueven con soltura en el entorno digital, que aprovechan como escaparate privilegiado de su catálogo, como herramienta de promoción de autores y obras y, sobre todo, como atalaya de análisis de un mercado cada vez más diversificado. Se mueven con frescura por las redes sociales y las aprovechan para difundir su filosofía empresarial, pero también para la captación de lectores y el intercambio de información con ellos. Esta flexibilidad de comportamientos en los entornos impreso y digital permite a estas empresas pequeñas acercarse a sus clientes de una manera menos convencional, más próxima a sus prácticas y querencias, adaptando la oferta a unos perfiles que se intentan clasificar según la evolución de la demanda, pero sin renunciar nunca a esos principios de excelencia que presiden sus actuaciones.
El cuarto capítulo puede resultar paradójico en una obra en la que se analizan los nuevos modelos de lectores y de edición, aunque justificable al hilo de los análisis realizados en los párrafos previos. Se trata de una sección dedicada al estudio del papel, al análisis de las condiciones que ha de cumplir este para alcanzar los estándares de calidad que las jóvenes editoriales, y también unos lectores cada vez más exigentes, establecen como imprescindibles para considerar que una obra está editada adecuadamente. Se presta especial atención a las diferentes posibilidades que entraña el uso de este material centenario, y su adaptación a los diferentes géneros y formatos, con una reflexión importante sobre su vertiente ecológica, una dimensión sobre la que los nuevos editores confiesan estar muy sensibilizados. En este sentido, se abordan temas relacionados con la química compleja que interviene en la fabricación del papel, con opciones mínimamente contaminantes, y con la necesidad del reciclado como alternativa éticamente correcta para el desarrollo de todo tipo de productos, con niveles de calidad similares al uso del papel original.
La obra concluye con una reflexión final en la que el autor analiza globalmente las tendencias expuestas en los capítulos anteriores, valorando la función de los libros como objetos culturales que, a pesar de la fuerte competencia de otros medios, siguen desempeñando un importante papel en las sociedades contemporáneas. Y esta dimensión central que siguen desempeñando es debida a los procesos de adaptación a nuevos nichos de mercado y a nuevos consumidores con intereses y expectativas que han evolucionado, y en muchos casos transformado radicalmente, influenciados por la incorporación de la tecnología en la vida cotidiana.
Se ha producido, afirma Bessard-Banquy, una reinvención del libro como objeto, que experimentando con su materialidad, con la maquetación, las tipografías, el acabado, el diseño, etc. ha ido creando un nuevo público lector seducido por el atractivo de un producto bellamente editado, formalmente impecable, al tiempo que con un contenido desarrollado para responder a las demandas más exigentes, tanto en los textos originales como en las traducciones. Al hilo de esta argumentación se puede colegir que las nuevas formas de edición emprendidas sobre todo por pequeñas editoriales, están modificando los patrones de consumo de un sector ubicado durante mucho tiempo en la comodidad de un sistema predecible y uniforme, con escasas variaciones en la oferta que articulaba unos catálogos con escasas dosis de innovación. En una sociedad acostumbrada a consumir la información de una manera rápida e instantánea se articulan formas de elaboración del discurso que obligan a la contención y la demora. Una estrategia de recuperación del sentido originario de la lectura, de esa narratividad reposada de cuya pérdida se lamenta en su último ensayo el filósofo Byung-Chul Han (2023), esa temporalidad densa que Nueno (2023) le atribuye al libro y que ha ido desapareciendo en la rizomática descomposición de propuestas informativas, cada vez más prolijas y aceleradas.
Revitalizar el «bon vieux codex» en un mundo saturado de cosas que se proponen sin cesar en una suerte de dinámica publicitaria infinita, llegar a los nuevos lectores, a los jóvenes, por parte de editores que comparten una experiencia vital y una sensibilidad próxima a ellos, es la misión de unas empresas con vocación de permanencia en el tiempo y el deseo de labrarse una imagen de marca que las identifique con la excelencia.
Y en este contexto, el debate impreso-digital, afirma Bessard-Banquy, carece de sentido, pues son dos ámbitos que se nutren mutuamente. Y, en todo caso, concluye el autor, todo parte del libro y todo vuelve a él.
Referencias
Han, Byung-Chul (2023). La crisis de la narración. Trad., Alberto Ciria. Barcelona: Herder. 108 p. ISBN 978-84-254-5043-3.
Nueno, Xavier (2023). El arte del saber ligero: una breve historia del exceso de información. Madrid: Siruela. 247 p. ISBN 978-84-19744-47-0.
José Antonio Cordón García
Universidad de Salamanca. Instituto de Estudios Medievales, Renacentistas y de Humanidades Digitales
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