Mujeres y lectura [en línea]. [Madrid]: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Laboratorio Contemporáneo de Fomento de la Lectura, 2019. 51 p. [Consulta: 5 oct. 2019].
Mujeres y lectura es un ensayo que, a modo de introducción, recoge datos sobre el papel cultural de la mujer a lo largo de la historia occidental a través de los testimonios pictóricos representados en el arte, para luego dar paso a un informe que comenta los resultados de algunas encuestas realizadas en los últimos años sobre hábitos y prácticas culturales, en concreto de lectura y compra de libros.
La iniciativa ha sido llevada cabo por el Laboratorio Contemporáneo de Fomento de la Lectura, una propuesta creada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez para incrementar el hábito lector dentro de la sociedad favoreciendo la apertura de nuevos campos de promoción dentro de las administraciones educativas y culturales. Para la primera parte del texto se contó con la participación de Inés Alberdi, una reconocida socióloga de gran prestigio y trayectoria dentro de la investigación de los asuntos del ámbito femenino, entre cuyos cargos resalta haber sido directora ejecutiva de UNIFEM y haber participado activamente en estudios relacionados con cuestiones de género.
Los parámetros bajo los cuales se quiso encauzar el estudio se centraron, principalmente, en ofrecer una visión histórica de la relación de la mujer con la lectura, realizar un análisis de los datos de su comportamiento lector en comparación con los del contexto masculino, para finalmente abordar los hábitos dentro de la era digital para buscar nuevas vías en el sector cultural.
El informe, que se presenta en formato pdf accesible a través de Internet, está planteado con una óptica comercial bajo la forma de un estudio de mercado orientado a diseñar una oferta cultural adaptada al público según su asignación de sexo como dato relevante o útil. En este caso se centran en la figura de la mujer, pero esto ocurre siempre en contraposición a su estatus, preferencias o hábitos frente a los del hombre.
En la primera parte Alberdi explica que, a lo largo de la historia del arte occidental, es común encontrar representaciones de mujeres leyendo o sosteniendo un libro como un símbolo para otorgarles un estatus especial. Estas imágenes no recogen un testimonio fiel a la situación social de la mujer en general, sino que han servido más bien como un distintivo para dar un valor añadido y ensalzar a una minoría de ellas (normalmente burguesas o religiosas) o al que debiera ser el ideal cultural femenino. El libro, en manos de la mujer, adquiere mucho más prestigio, ya que no era una situación común que las mujeres aprendieran a leer y escribir, y esta intelectualización las dotaba de una posición privilegiada que indicaba que la mujer en cuestión tenía los medios para, primero, permitirse ese lujo, y, segundo, tener el tiempo libre para llevar a cabo esa actividad.
Esto choca con la revelación de una doble moral: por un lado se quería a la mujer sumisa en la realidad y, por el otro, se la representaba idealmente haciendo justamente aquello que no se le permitía hacer. Como lamentablemente ya sabemos, históricamente las mujeres ‒exceptuando una minoría poco representativa‒ no han gozado del libre acceso a la cultura y los asuntos públicos, quedándose reservado este privilegio a los hombres. Se las ha relegado a la inferioridad social, a la sumisión, a la marginación y la exclusión. El miedo a la toma de conciencia de estas opresiones y el desencadenamiento de su consecuente rebelión, junto con la desatinada opinión de la ignorancia de las mujeres resultó en la censura y la prohibición, incluso en la ridiculización de aquellas que apostaron por la cultura.
Pasados los siglos y llegada la Reforma, hubo una creciente alfabetización en los países del norte de Europa, y la traducción de la Biblia del latín a las lenguas europeas y la invención de la imprenta multiplicaron el acceso a los libros: frente a un libro, todos los lectores son iguales. Esto llevó, consecuentemente y por estadística, a un incremento de las mujeres lectoras y también de las escritoras.
Este libre acceso a la lectura para las mujeres convirtió los libros en un instrumento de conocimiento, desarrollo personal y espiritual, y también de disfrute. Supuso una vía de escape frente a una sociedad represiva y desveló una dimensión diferente a la doméstica abriendo caminos de emancipación y libertad que les permitieron llegar a conocer el mundo exterior del que habían sido vetadas. Además, fue un germen de rebeldía, de ideas transgresoras, de intelectualidad y de libertad sexual, anticipando los movimientos feministas que aún ahora continúan.
La novela se hizo el género literario por excelencia de estos nuevos mundos, visiones y aventuras en manos de la mirada femenina, y adquirió una importante relevancia en Europa gracias a sus fervientes seguidoras, cosa que se sigue viendo en la actualidad como muestran las estadísticas del informe.
Actualmente, el hecho de segregar una estadística por razón de sexo puede ser objeto de controversia. En este caso, se dice que este estudio pretende comprender y comparar la visión y el comportamiento propios de la mujer con respecto a la lectura y ver qué diferencias hay con los del sector masculino para tratar de enfocar los resultados hacia una mejor adaptabilidad a la hora de establecer políticas por parte de los profesionales relacionados con el mundo de la lectura. Si bien todo indica que las mujeres ostentan el liderazgo como lectoras, éste debería plasmarse también en su proyección pública y profesional ocupando puestos de mayor responsabilidad dentro del sector del libro.
Según los resultados de las estadísticas, el grado de interés de las mujeres por la lectura y sus hábitos lectores (cuando se trata de libros) son superiores a los de los hombres. Hay un gran número de lectoras y además son lectoras muy convencidas: dedican más tiempo a la lectura literaria y lo hacen con más frecuencia. Estos índices se repiten nacional e internacionalmente, es un resultado generalizado y tiene tendencia al incremento.
Una de las diferencias principales entre los dos sexos es que las mujeres suelen leer más en sus tiempos de ocio movidas por un interés personal con la idea de que leer ayuda a comprender el mundo que nos rodea y que aumenta nuestra felicidad, mientras que los hombres dedican estos tiempos de lectura ‒que por otra parte son menores‒ a un objetivo más funcional, es decir, por razones de estudios o profesionales. Esto se debe a que no consideran que la lectura sea una actividad de ocio de las más entretenidas y que para ser culto no es necesario leer literatura.
Esta diferencia de comportamientos y valoraciones nos indica una razón sustancial por la cual existe este liderazgo literario femenino: la decisión voluntaria de querer dedicar los propios momentos de ocio a la práctica de la lectura entraña un compromiso vital, una fuerte conexión con el valor añadido que otorga la actividad de la lectura del que hablaba Alberdi: se obtiene reputación, prestigio, identidad, dignidad, reflexión interior, intelectualidad, apertura, libertad, etc., cosa que no sucede con el objetivo funcional en el caso de los hombres, que proviene de una especie de obligación académica o profesional. Además, la lectura de literatura requiere una disposición diferente, con una mayor intensidad de concentración, tiempo de dedicación, esfuerzo, calidad de pensamiento, etc. que las que requieren otro tipo de textos.
Sin embargo, si consideramos la lectura fuera del ámbito literario, se da una predominancia masculina en lo que concierne a la prensa y los contenidos de Internet. El público mayoritario adepto a la prensa, tanto en papel (periódicos) como digital (webs, blogs, foros) es el masculino, aunque no así para la lectura de revistas y libros, que se da de forma más notable en el femenino. En cuanto al terreno digital, actualmente también se da una predominancia masculina en el uso de las herramientas disponibles vía Internet, aunque la tendencia indica que las mujeres están ganando terreno y que la diferencia va desapareciendo progresivamente.
Aun así, aquí volvemos a encontrar que los hombres hacen uso de las plataformas digitales de una forma funcional (networking, gestión de ahorros, seguimiento de las noticias de actualidad) en los ratos en que, antes de la aparición y accesibilidad de Internet no lo hubieran usado como tiempo de lectura, mientras que las mujeres lo utilizan como modo de relacionarse (estar en contacto con familia y amigos a través de comentarios), como medio de adquisición de conocimiento (búsqueda de información sobre salud y de nuevas ideas para la inspiración usando los hipervínculos) o como entretenimiento lúdico (juegos y multimedia).
Cabe aquí volver a destacar el hecho de que la lectura de textos fragmentarios o breves como son los que ofrece la prensa y los sitios web dista en el grado de compromiso temporal e intelectual que supone la lectura de libros, así como de las actividades relacionadas con la creación, publicación y valoración literarias, que implican una posición más activa dentro del mundo literario y cuyo liderazgo ostenta el público femenino.
A partir de este texto y trabajando los resultados, ahora sólo queda implementar propuestas concretas para mirar de potenciar las aplicaciones prácticas dentro de la sociedad derivadas de los resultados de las encuestas. El objetivo futuro es llevarlo a cabo, y, una vez preparado el terreno, es necesario emplear los datos para crear nociones de qué se puede hacer con toda esta información. Para cada resultado sería deseable establecer medidas útiles para potenciar cambios reales dentro de la sociedad utilizando el alcance del panorama cultural (por ejemplo, ofrecer talleres de informática específicamente para quien no pueda acceder a los contenidos digitales, hacer tareas de divulgación para ofrecer formaciones en ámbitos transversales para evitar los clichés y el estancamiento, aumentar la presencia de mujeres en cargos de responsabilidad, potenciar el talento de las nuevas creaciones artísticas, etc.). Quizás éste sea ya el trabajo de los y las profesionales del sector cultural, de los grandes cargos que ostentan el poder para implementar políticas transformadoras, o incluso del mismo público.
Actualmente sí que hay clubs de lectura, un auge en las editoriales de publicaciones realizadas por mujeres o de temática feminista, pero también cabría dar voz a las mujeres en la realización primera de estas propuestas. No sólo determinar las actividades dirigidas a un público femenino, sino también dejar que sean las propias mujeres las que decidan qué es lo que puede favorecer esta tendencia exponencial a la lectura y la creación literaria. Además, habría que aumentar la presencia femenina dentro de la academia; dejar atrás viejos roles y dejar paso a ponentes, escritoras e intelectuales que puedan aportar nuevos puntos de vista. Hay que conseguir que las mujeres sean apreciadas no sólo como simples «lectoras de novela» sino valorar y potenciar su relevancia en todos los demás ámbitos.
María Olivera Pérez
De la 5.ª promoción de la Escola de Llibreria
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