Yánover, Héctor. Memorias de un librero. Madrid: Trama Editorial, 2014. 224 p. (Tipos móviles; 19). ISBN 978-84-941661-6-7. 22 €
Aunque a veces nos resistamos a reconocerlo, a (casi) todos nos gusta criticar; pero además, criticar negativamente. Disfrutamos de la posición de superioridad que nos otorgamos nosotros mismos y juzgamos como si tal cosa la manera de actuar de fulanito o el trabajo de menganito. Para bien o para mal, yo soy una experta en eso. Siempre encuentro cosas que mejorar en lo ajeno (en lo propio también, pero es más sencillo fijarse en los demás). Y si lo que encuentro no me gusta, soy capaz de explayarme con facilidad. Es como si las palabras, las frases, los párrafos enteros fluyeran solos. Es más, casi diría que disfruto con ello; me encanta encontrar los errores, estudiarlos, hablar de ellos y después, pretenciosa yo, dar sus soluciones.
Quizá por eso me cuesta menos discutir sobre un libro malo que hacerlo de uno que, en cambio, me ha gustado. Quizá por eso, también, estoy dando tantas vueltas para hablar de Memorias de un librero. Porque éste, sin duda, me ha encantado. Algo que me sorprende, por otro lado, dada la poca afición que tengo a la no ficción en general.
Poco o nada puedo criticar de las memorias de Héctor Yánover, librero, bibliotecario y poeta argentino del que nunca había oído hablar. Menos todavía de esta última edición que ha caído en mis manos, a cargo de Trama Editorial. Entonces, ¿cómo hago? Empezaré por lo básico y más importante: recomendándolo. Mucho. De verdad, si os gusta leer, si os gustan las librerías, las bibliotecas, los libros y todo el mundo que los rodea... entonces, leedlo. Más todavía si trabajáis en algo relacionado. Pedidlo a un amigo, acercaos a cualquier librería o compradlo por Internet y empezad a disfrutar de esta pequeña maravilla. Si es necesario, yo os lo presto.
En él, Héctor Yánover (1929-2003) nos cuenta sus primeros pasos en el mundo del libro, pero también la mayoría de los que dio después como librero. Lo hace saltando de unos recuerdos a otros, narrándonos en pequeños fragmentos los momentos que fueron para él importantes o bien, simplemente, ejemplifican con claridad el oficio al que se dedicaba. Nos habla de las librerías en las que trabajó o regentó, de los clientes, de los proveedores y de los malabares que tenía que hacer muchas veces para seguir adelante.
Pero por qué, diréis, por qué merece tanto la pena un libro de memorias de alguien que probablemente no conocéis. Ahora es cuando podría hablaros de lo divertido –divertidísimo– y ameno que es, de la ligereza y entusiasmo con el que se lee, nunca sin perder la sonrisa; o también de la manera en que está escrito, tan particular, lírica y encantadora. Del acento argentino que enamora, que se desprende de cada palabra, cada diálogo. Y podría seguir mencionando a sus personajes, a cada cual más estrambótico, incluso aquellos que ya conocemos a través de su literatura: Cortázar, Borges, Sábato, Pizarnik, Arlt... Por supuesto, no debería dejar de mencionar las anécdotas, hilarantes todas e inevitables si tenemos en cuenta que el escenario principal de toda la narración son las librerías. Sólo por ellas, las anécdotas, ya vale la pena leer Memorias de un librero. Pero mejor no hablar de ellas, porque las hay tan geniales, que acabaría transcribiéndolas todas y no acabaríamos nunca.
Eso sí, si debo anteponer un único motivo para recomendaros la lectura, me quedo, sin pensarlo, con él, el autor. Porque leer este libro es conocer a Héctor Yánover. Es ir a su librería, a cualquiera de ellas, y escucharle hablar, verle trabajar, apreciar su amor a los libros, a la literatura, a la lengua y hasta a la gente que le complica la vida. Y eso, creedme, es algo increíble. Conocerle a él, librero por casualidad pero nacido para ello, es también conocer de verdad la profesión.
Porque sí, uno puede estudiar literatura, y después un máster y luego otro, en librería, en edición y en todo lo que se quiera, pero si no se acerca al oficio directamente, jamás sabrá qué es en realidad, cómo debe uno afrontarse a ese día a día que no te enseñan en la Facultad, repleto de pequeños detalles que únicamente se aprecian estando al pie del cañón. Yánover retrata tan bien esta realidad libresca que pareciera que el lector la vive también. Leyéndolo, el autor nos da la capacidad de visualizar perfectamente a ese cliente que te pide Crimen y castigo de Doctor Jekyll, o a aquel otro que te asegura que no leerá ninguno de los libros que tiene porque, total, él es soltero y para qué.
Pero estas páginas no sólo nos hacen vivir la realidad del librero, con todo lo bueno y todo lo malo, también la del editor, la del impresor y la del distribuidor que se rompe los cuernos por colocar sus libros de una forma u otra. Tampoco olvida de dejar clara la postura del pobre autor que se autopublica y acude a la librería, día sí día también, para saber si se han vendido los ejemplares que él mismo llevó. Al final, ya veis, no queda títere con cabeza. ¡Pero ay, qué títeres...!
Memorias de un librero es, en definitiva, un elogio a todos los que nos dedicamos al mundo de las letras, en especial los libreros, pero sobre todo a aquellos que, como él, lo hacemos gracias a (o a pesar de) nuestro amor por los libros. ¿Y cómo alguien que se identifique con ese apego a los libros no va a disfrutar de éste? Pues eso, pasen y lean...
Judit Rodríguez C.
@nolofinue
linkedin.com/in/nolofinue
Diplomada de la 1a edició de l'Escola de Llibreria
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