Larraz, Fernando; Mengual, Josep; Sopena, Mireia (eds.). Pliegos alzados: la historia de la edición, a debate. Gijón: Trea, 2020. 302 p. (Historia de la cultura y la edición). ISBN 978-84-17767-32-7. 25 €.
Tras la difusión de la imprenta en Europa a partir del siglo XV, el negocio del libro estuvo dominado por los grandes libreros-impresores, como los famosos Aldo Manucio o Cristóbal Plantino. Las tareas propias del editor (la selección de las obras a publicar y su diseño, la búsqueda de financiación y medios de difusión...), recaían en individuos e instituciones de lo más variado. Como señala en el prefacio de Pliegos alzados Gonzalo Pontón, la figura del editor no comenzó a ser importante y reconocida como tal hasta el siglo XVIII. Esos editores y las casas editoriales fundadas por algunos de ellos, serían, junto a escritores y lectores, los grandes protagonistas del mundo del libro en la época contemporánea. La obra editada por Fernando Larraz, Josep Mengual y Mireia Sopena se centra precisamente en analizar ese «tiempo de los editores», en particular en el siglo XX anterior a la irrupción de lo digital, que ha supuesto en este ámbito, como en tantos otros, un cambio que sabemos inmenso, aunque sea aún difícil de cuantificar y explicar.
Desde un punto de vista formal, el libro reúne en sus 302 páginas, junto a un prefacio y una breve introducción, diecinueve capítulos, divididos en seis secciones. Los autores proceden en su mayoría del mundo académico, con una larga y reconocida trayectoria. De hecho, buena parte de los trabajos aquí reunidos son fruto de proyectos o grupos de investigación financiados por distintas instituciones académicas.
La primera parte, bajo el epígrafe «Historia de la edición: propuestas y reflexiones teóricas», reúne cuatro capítulos que se centran principalmente en la definición de la disciplina y el enfoque más pertinente para la misma. Así, en el primer capítulo, José Luis de Diego se cuestiona sobre la metodología apropiada para estudiar la historia de la edición, al mismo tiempo que plantea algunas de sus principales dificultades y contradicciones («si la nación es insuficiente y el mundo es inabarcable, estamos ante un problema», nos dice el autor). El segundo capítulo, a cargo de Max Hidalgo Nácher, es un buen ejemplo de la mirada transnacional y comparada que muy acertadamente recorre toda la obra, conectando España y Latinoamérica (Argentina en este caso concreto) y proponiendo un enfoque en el que se cruzan la teoría literaria, la historia del libro y la historia de la edición. En el tercer y cuarto capítulo, escritos por Josep Mengual y Carles Santacana respectivamente, nos adentramos en la definición de la historia de la edición y su objeto de estudio, destacando no solo sus enormes posibilidades, sino también sus carencias (por ejemplo, la poca relación de la historia de la edición con la historia de la prensa, que subraya Santacana, o los retos que plantean los audiolibros y los libros electrónicos, señalados por Mengual). Esta primera parte tiene la virtud de sentar las bases teóricas del debate sobre el que los compiladores han querido desarrollar el libro.
La segunda parte nos lleva a aterrizar en un ámbito más concreto, aunque no falto de interesantes reflexiones teóricas, con tres capítulos dedicados a «Las fuentes para la historia de la edición». Ana Mosqueda centra su estudio en un tipo de fuente, las cartas editoriales, que ha sido objeto de interés por los investigadores desde hace tiempo, como bien señala la autora. Más que un estudio de caso, Mosqueda nos ofrece una panorámica general pero muy completa sobre la utilización de este tipo de fuentes y las posibilidades que brinda a la historia de la edición. En el siguiente capítulo, Fernando Larraz se plantea el estudio de otro instrumento fundamental en el mundo editorial, los catálogos («documento de identidad de un proyecto editorial»), donde podemos analizar tanto los negocios como el espíritu de una editorial. Cierra esta sección Manuel Llanas, con un exhaustivo listado de las principales fuentes para la historia de la edición en España, con especial peso de Cataluña.
La tercera parte, «La práctica de la historiografía editorial», comienza planteando dos casos concretos: Mireia Sopena analiza el recorrido de la historia de la edición en catalán, comenzando por un estado de la cuestión desde los años setenta, cuando el fin de la dictadura franquista permitió la aparición de obras sobre la materia. El caso analizado por Manuel M. Martín Rodríguez, la literatura chicana, puede parecer muy alejado del anterior, pero guarda también interesantes paralelos con éste, al tratarse en ambos casos de contextos bilingües y de ediciones que encuentran dificultades que van más allá de lo literario (si en el primer caso mencionábamos la dictadura, en éste el autor nos recuerda que, en Estados Unidos, pese a sus más de 50 millones de hispanohablantes no hay «una sola gran editorial dedicada a la publicación de libros en español»). Esta tercera parte se cierra con un capítulo de Consuelo Sáizar donde se nos plantea una serie de reflexiones para construir una historia comparada de la industria editorial en España y México.
Los tres capítulos reunidos en la cuarta parte de la obra («Arte y mercancía: creatividad y mercado del libro») se adentran en la dualidad clásica de los estudios sobre historia del libro: la que plantea que éste es al mismo tiempo un objeto comercial con un precio y un producto cultural con un alto valor simbólico. Marina Garone aborda un tema fundamental, cómo hacer una historia del diseño editorial, aportando además una interesante reflexión sobe la diferencia entre diseño editorial en papel y en formato electrónico. Pedro Rueda Ramírez y Mònica Baró, por su parte, en un muy bien documentado trabajo, plantean un recorrido por la publicidad del libro en España durante los siglos XIX y XX. Este capítulo ofrece un aparato gráfico de suma utilidad y unas reflexiones finales sobre el futuro de la investigación. En el capítulo de Jacqueline Hurtley nos encontramos ante un sugerente análisis sobre la labor editorial de José Janés durante la postguerra española, y en particular sobre el uso subversivo de elementos paratextuales, como las cubiertas.
La quinta parte de Pliegos alzados nos dirige a reflexionar sobre las «Políticas estatales del libro e historia de la edición», en primer lugar de la mano de Ana Martínez Rus, quien propone un análisis metodológico sobre la «política del libro», ilustrándolo con ejemplos de la Segunda República. Los dos siguientes capítulos nos trasladan a la dictadura franquista. Francisco Rojas Claros analiza la dialéctica generada en las últimas décadas de ésta entre las editoriales críticas con el régimen y los intentos del mismo por controlar la cultura. Por su parte, Jordi Cornellà-Detrell explora los circuitos por los que se movía el libro prohibido desde los inicios mismos de la dictadura, y quiénes eran sus protagonistas.
Para finalizar, la última parte del libro se engloba bajo el epígrafe «Redes transnacionales en la historia de la edición». Diana Roig Sanz y Sílvia Coll-Vinent abren su trabajo con un interesante alegato por un giro internacional en la historia del libro y la edición, que permita poner el foco en la circulación y los agentes que la hacen posible, así como utilizar herramientas de análisis novedosas (como el análisis de redes o las humanidades digitales). La parte más teórica del trabajo se ilustra con el ejemplo de dos editores catalanes de principios del siglo XX y su papel como mediadores culturales entre Francia y España. Montserrat Bacardí ofrece un recorrido por la historia de la traducción al catalán desde finales del siglo XIX, una historia llena de altibajos provocados en gran medida por las circunstancias políticas. En este capítulo, la autora constata el papel de la traducción como vehículo modernizador e incluso legitimador de la lengua. Pliegos alzados se cierra con un capítulo de Daniel Melo que vuelve a poner el foco en la comparación entre ambos lados del Atlántico. En este caso, el autor relaciona las políticas públicas y privadas en torno a la edición y la lectura en cuatro países, dos europeos (Portugal y España) y dos americanos (Brasil y Colombia), unidos no solo por el idioma, sino también por una historia política reciente similar (paso de la dictadura a regímenes democráticos) de enorme influencia sobre la edición de libros.
Pliegos alzados es, en definitiva, una obra poliédrica, en la que los trabajos de los distintos autores nos sirven para construir la historia de la edición contemporánea en España y Latinoamérica antes del impacto de los medios digitales. El público lector al que se dirige es claramente el conformado por los especialistas en la materia (profesores, estudiantes universitarios, bibliotecarios...), aunque incluso para ellos el número de capítulos puede resultar excesivo. Precisamente la división de la obra en tantos capítulos necesariamente breves, hace que en ocasiones (pocas, es cierto) se eche en falta una reflexión más pausada, que hubiera sido especialmente valiosa en el caso de la edición digital, sobre la que la mayoría de las veces solo se pasa de puntillas.
También debe reseñarse la variabilidad de los apartados críticos de cada texto: mientras que la mayoría de autores se han esmerado en la composición de las notas y la bibliografía, a veces éstas son más escasas de lo que cabría desear. Al mismo tiempo, en el plano de las críticas formales (algo especialmente contradictorio al tratarse de una obra dedicada a la edición), hemos de incluir la ausencia en varias bibliografías de algunas de las referencias mencionadas en los respectivos textos. También se echa en falta un mayor aparato gráfico. Una edición en color habría sido ideal, pero todos comprendemos las dificultades de diversa índole a las que se enfrentan las publicaciones académicas en España. Sin embargo, en algunos casos la ausencia o escasez de imágenes ilustrativas del texto es especialmente lamentable, como en los capítulos de Marina Garone y Jacqueline Hurtley. Pese a todo, estos problemas no empañan el resultado final de la obra, que ofrece un valioso estado de la cuestión sobre la historia de la edición en España y Lationamérica al mismo tiempo que plantea los principales caminos que pueden seguir los investigadores en el futuro.
Natalia Maillard-Álvarez
Profesora titular. Área de Historia Moderna
Universidad Pablo de Olavide
Afegeix un nou comentari