Cozarinsky, Edgardo. Los libros y la calle. Buenos Aires: Ampersand, 2019. 172 p. (Lector&s). ISBN 978-987-4161-21-5. 16 €.
La autobiografía debe ser uno de los géneros más complicados de poner en papel. O tal vez el más sencillo. Depende del sitio donde tenga su autor el corazón. Por un lado, existe la interminable lista de documentos escritos por presidentes, científicos, atletas y demás eminencias que, al quedar un poco secos en lo literario, al menos pueden encontrar consuelo en saberse piezas claves de información para un futuro autor más asiduo en este negocio de las biografías. Pero luego vienen esas otras más prósperas, las que se destacan por la manera tan dichosa en como narran sus autores la vida propia. Habla memoria, de Nabokov (Anagrama, 2011), se lee como una de sus novelas; tanto así que es difícil no sospechar que existan mendrugos de ficción mezclados con la realidad, mientras que Tempestades de acero, de Jünger (Tusquets, 2018), se siente escrita con la solemnidad de un poeta endurecido por la lectura de Nietzsche. El mismo Nietzsche que aderezó su propia autobiografía, Ecce Homo (Tecnos, 2017), con fogonazos de locura y banalidad genial.
¿Cómo se ataca el problema de escribir sobre uno mismo? Experiencia en la autoría de diarios puede servir, pero la clave está en el enfoque y el estilo. En Los libros y la calle, Edgardo Cozarinsky (La novia de Odessa, El rufián moldavo) ha pensado adecuado narrar su vida como lector, cineasta y escritor enfocándose en sus andanzas entre libros y entre librerías, tanto en su nativa Buenos Aires como por los barrios parisinos en donde se refugió durante los años de caos político.
Dividida en tres secciones, la suya es una autobiografía compacta, directa, en la que reflexiona sobre sus años como devorador de literatura, en sus primeras publicaciones, en los libros robados en Francia, en su fascinación por esa Mitteleuropa, gloriosa y ensangrentada, a la que se sentía con derecho de pertenencia en virtud de sus propios orígenes ucranianos. De no más de tres o cuatro páginas, cada capítulo es una historia por la que aparecen algunos de los tan bien conocidos de panorama literario argentino, como Silvina Ocampo, Borges o Bioy Casares, frecuentados por Cozarinsky, así como otros nombres más cercanos al ámbito centroeuropeo, como Joseph Roth y Danilo Kiš, a quien conoció en París poco antes de su muerte.
No se trata tan solo de una colección de anécdotas, ni mucho menos un listado de nombres. En cada una de estas historias se encuentra el núcleo de pensamientos que han desechado el exceso para dejar una base sencilla en la que se encuentra toda la fuerza de la idea: el exilio, la soledad, la muerte del amigo, los largos paseos como un anónimo más en una gran ciudad, la literatura y el cine como vías de escape del mundo, o incluso de uno mismo.
Desde Argentina, Ampersand se dedica a la publicación de ensayos literarios de corte biográfico, histórico y académico, escritos de una manera sencilla y accesible a un público más bien profano en lugar de especializado. Al igual que otro gran título en su catálogo, Citas de lectura, de Sylvia Molloy,[1] Los libros y la calle de Cozarinsky es un texto que se lee rápido y sin demasiadas exigencias. Uno en el que, gracias a la riqueza cultural de su autor, los lectores podemos encontrar nuevos nombres, nuevos libros, en los que perdernos y vagabundear a un ritmo que permita la tranquilidad y la reflexión. Algo por lo demás necesario en tiempos como estos.
Antonio Tamez-Elizondo
De la 6.ª promoción de la Escola de Llibreria
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