Chartier, Roger. Cartografías imaginarias (siglos XVI-XVIII). Trad., Horacio Pons. Madrid: Ampersand, 2022. 166 p. (Fuera de serie). ISBN 978-84-125754-0-8. 18 €.
La cartografía literaria estampada en libros ejerce una fascinación notable que Chartier sabe rastrear con maestría para mostrarnos los itinerarios imaginados, recreados e inventados que constituyen una parte notable de nuestros referentes culturales. El construir un relato combinado con una geografía ofrece verosimilitud y sostiene algunos de los aportes de la novela moderna y las recreaciones utópicas o distópicas que se analizan en el libro. Una obra que recoge con maestría el problema de recurrir a geografías inventadas en mapas. Unas representaciones que ofrecen todos los recursos de la moderna tecnología cartográfica, incluyendo las estampas que nos recrean los espacios narrados y permiten recorrer itinerarios, sobre espacios reales como la Mancha cervantina o una isla imaginaria como la recreada por Tomás Moro. El resultado es un ensayo riquísimo que rastrea algunas de las obras nucleares de la literatura occidental y sus raíces en el imaginario cartográfico, con todas las implicaciones que han dado lugar a infinidad de variantes sobre esos territorios recorridos por los personajes literarios.
La fascinación por la recreación espacial y sus aportes en forma de grabados en los libros impresos ofrece una oportunidad para dar las claves de nuestra relación con la literatura de viajes y la creación de mundos posibles, en ocasiones en un juego retórico lleno de ironía, como la Utopía de Tomás Moro, o en otras, recreando lugares mitificados para el lector, como la isla de Robinson Crusoe. El texto de Chartier ahonda en estas claves culturales para revelarnos cómo logran convencernos estas recreaciones bajo la batuta de la verosimilitud geográfica, ofreciendo las claves de los mapas y planos de viajes. De este modo, un autor logra recrear un territorio geográfico que ofrece una oportunidad para inventar mundos posibles, realizar recorridos por espacios referenciales y construir una amplia oferta de espacios reconocibles o imaginados.
La geografía de las ficciones recorre países y siglos, abarcando algunas de las obras clave de la literatura occidental en el mundo moderno, pero también otras muchas menos conocidas, pero que dan una idea de las relaciones posibles entre la geografía y la fábula. El recorrido se inicia con los mapas de Don Quijote incorporados en el siglo XVIII, y sigue con Gulliver y Robinson Crusoe, lo que logra mantener al lector conectado con un mundo cultural que ha recorrido y que, gracias a este enriquecido análisis de relaciones de las ficciones con el mapa logra dar una perspectiva nueva. La proximidad con territorios auténticos, el juego con los descubrimientos geográficos y la fijación en un grabado del territorio le permiten darnos unas claves de cómo funciona el imaginario cartográfico inserto en estos textos.
Un bloque importante, y de notable interés, lo constituyen los capítulos sobre la Utopía de Tomás Moro y las sátiras del mundo al revés. Estos capítulos facilitan un recorrido por diversas fórmulas retóricas de crítica social a través de esta visión del deber ser, el universo invertido y los usos del mapa para cartografiar mundos ideales, con sus rutas, puertos y murallas, que ofrecen verosimilitud al texto, reforzando el principio de autoridad que la cartografía ofrecía al permitir un recorrido idealizado por un territorio con nombres de mares, lugares de atraque y ciudades que forman parte del imaginario del autor. Esto facilita la conexión con algunos problemas de la representación y la necesidad o no de contar con los medios técnicos para producir una geografía mental capaz de despertar el interés y la atención del lector. El cuidado trabajo bibliográfico al seguir las ediciones y los usos del mapa en relación al texto, o su ausencia en algunas nuevas ediciones, plantea numerosos interrogantes sobre el papel y el poder atribuido a la imagen en el mundo moderno y las posibilidades de las imprentas para recrear estos escenarios de la ficción.
Otros capítulos abordan temáticas menos conocidas de estos territorios de papel. Los juegos alegóricos de carácter literario y místico favorecieron la aparición de mapas para ordenar estos afectos. Los sentimientos amorosos y las experiencias devotas favorecieron juegos a lo humano y divino, convirtiendo el mapa en una guía lúdica para seguir el recorrido de los personajes. La Carte de Tendre (1654) es un excelente ejemplo de las conexiones y préstamos de estos casos, al incorporar un mapa con los secretos de las pasiones ordenadas en un mapa que deben seguir quienes quieran llegar a conquistar una nueva amistad. El itinerario que Clelia, la protagonista, dibujó para guiar el corazón es un excelente ejemplo del juego lúdico-festivo de los productos tipográficos, destinados a dar idea de la alegoría del amor. Al igual que otros textos que se ocuparon de los caminos del alma, como el mapa para alcanzar el monte Carmelo incluido en las Obras espirituales de San Juan de la Cruz (1626).
Un libro muy recomendable, de una fértil erudición y una capacidad para sorprendernos con conexiones entre textos y mapas de diferentes épocas y lugares. El texto de Chartier mantiene un discurso de notable interés y abre un sinfín de preguntas sobre el peso y el papel de la representación cartográfica en el mundo literario. En esta edición no se ha seguido el formato de la edición original francesa, que por sus dimensiones facilita la visualización de los mapas, pero quedan recogidas las 34 ilustraciones, que son imprescindibles para seguir las explicaciones y repetir esos itinerarios posibles que amplían el texto en otros significados, abriendo así los interrogantes al papel del mapa en la ficción.
Pedro Rueda Ramírez
Profesor de la Escola de Llibreria
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