Deghelt, Frédérique. La lectora de Jade. Trad., Claudia Casanova. Barcelona: Principal de los libros, 2013. 281 p. ISBN 978-84-938978-2-6. 18 €.
«Todos los hijos que tuve me ayudaron a vivir en paz. Los acompañé en los años en que los adultos no parecen darse cuenta de la extensión de las promesas que llevan dentro. Me sentía como si fuera la guardiana de un tesoro. Y así, mis hijos eran tan misteriosos y apasionantes como las novelas que me atrapaban. Como páginas en blanco, contenían todas las historias posibles, habidas y por haber; eran vidas infinitas, y a veces yo jugaba a imaginarme el resto de aventuras que les quedaban por vivir [...].»
Jeanne, también llamada Mamoune, es la abuela de Jade, una periodista ubicada en los tiempos de Internet, que tras escribir su primera novela no encuentra editor que quiera publicarla.
Frédérique Deghelt, la autora de esta entrañable novela, nos presenta en capítulos intercalados e individuales las vidas pasadas, presentes y futuras de estas dos mujeres. El punto de partida acontece cuando Mamoune se va a vivir con Jade a París para evitar que sus hijas la internen en un asilo de ancianos. De esta forma, en los siguientes capítulos encontraremos la relación abuela-nieta y diversos aspectos de sus vidas, como: recuerdos, amores, la amistad, la maternidad, el papel de la mujer en las últimas décadas, los sinsabores y logros de la vida, etc. Además, presenta una visión más completa e incluso idílica de la vejez, más allá de la consabida llegada de las dificultades físicas y psíquicas, etc.
Cada individuo posee múltiples facetas, habilidades y caras que mostrar. A pesar de ello, y a través de las relaciones que se establecen entre las personas, se pueden conocer más o menos aspectos de todos los que están disponibles. Este también es el caso de la relación entre Mamoune y Jane. Así pues, con el paso de los días de la convivencia, Jade descubre que su adorada Mamoune, bajo una primera capa de abuela entrañable, es además una lectora apasionada de novelas que ha leído a numerosos y diversos autores a lo largo de una vida campestre en la Alta Saboya, un departamento francés cercano a Suiza. Este nuevo perfil hará que Mamoune se convierta en la persona que lea, revise y comente el texto de Jade, convirtiéndose así en una improvisada y competente editora.
Sin duda, el punto fuerte que me gustaría resaltar de todos los matices y relatos que se presentan en el texto, merecedor del Prix Solidarité en 2010, es la exaltación del amor por la lectura y el oficio del escritor. Por ello, he seleccionado seis fragmentos vinculados con estas dos facetas.
1. Del lector sobre la lectura
(Mamoune) «Cuando leo no tengo edad, voy al ritmo de la vida de los personajes y me caso, me separo, traiciono o me equivoco como ellos. Al leer una epopeya o una aventura épica, de más joven, en realidad envejecía con los héroes, atravesando con ellos los valles y montañas de la vida. Hoy es al revés: rejuvenezco gracias a los personajes, pero voy armada de mi experiencia, así que logro percibir las trampas, los desvíos incluso antes de que caigan en ellos.»
2. El poder de la biblioterapia
(Mamoune) «Me acuerdo de cómo me fascinaba el milagro de los buenos libros leídos en el momento adecuado de la vida. Eran los que salían de la estantería justo cuando yo necesitaba respuestas para una pregunta existencial. Gracias a ellos recuperé la paciencia cuando estaba a punto de abandonarlo todo, descubrí las virtudes del amor platónico, abandoné el viaje físico por el viaje por otras vidas y guardé el asesinato en la estantería de los imposibles. Lo he vivido todo, tengo mil años y eso se lo debo a los libros.»
3. Del placer de la relectura
(Mamoune) «Igual que la mayoría de novelas que Mamoune había leído, el volumen de Virginia Woolf había vuelto a la biblioteca municipal pero se había quedado bien guardado en las estanterías imaginarias de su corazón.
–Voy a releerlo, y serán dos grandes placeres: redescubrirlo y acordarme del día en que lo descubrí por primera vez. Placer y memoria del placer.»
4. Del lector sobre el escritor
(Mamoune) «Desde que me he puesto con su novela [la que ha escrito Jade], estoy segura de que entre sus líneas habita el alma de un escritor [...] cuando leo la novela de un escritor, uno de verdad, siempre me doy cuenta de que posee esa mirada singular, esa forma de atrapar lo banal y contarlo de forma insólita, ese arte de tejer una relación entre cosas aparentemente inconexas.»
5. Del escritor novel sobre su oficio
(Jade) «Al releer su novela a la luz de lo que Mamoune le había dicho, Jade comprendió que nunca se había preguntado qué quería contar, realmente. [...] La joven tenía la sensación de ser una costurera que había empezado por reducir un dobladillo y terminaba por convertir la falda en un traje de noche. Así que se enfrascaba en reflexiones y nuevos vuelos de las palabras, pero ya no temía a su propia novela. [...] Jade era consciente de que, aun con la ayuda de Mamoune y su mirada crítica ayudándola, era la única responsable de cómo iba a escribir su novela; de cómo expulsaría de sus páginas lo que se deslizaba sin querer y cómo desarrollaría lo que aparecía a su pesar.»
6. De la relación escritor-editor
«–Si has optado por enviar tu novela a las editoriales –le había dicho [Mamoune] con un tono algo severo–, no debes olvidar que expones tu texto a la lectura de los demás, y eso te obliga a ser muy exigente contigo misma.
Jade nunca lo había visto así hasta que Mamoune, en su cruzada lectora, le había abierto los ojos. Ahora, por encima del hombro, notaba la sombra de su abuela, que la empujaba a explorar territorios desconocidos, y quién sabe si peligrosos.»
(Mamoune) «– [...] lo que intento decirte es que deberías dejar que el lector adivinara un poco más tus personajes. Sin marearlo, sin darle demasiado. Hay una joya en el interior de lo que has escrito, y lo descubrirás cuando abras ese sobre [donde Jade ha puesto el manuscrito de la novela] que tú crees que es la novela entera.»
En definitiva, el lector encontrará diversos motivos para perderse entre las páginas de esta novela: la alabanza a la lectura y al arte de escribir, así como el canto a las relaciones humanas. Un buen ejemplo de este último punto es el vínculo abuela-nieta que todas las mujeres que hemos podido tener el privilegio de contar con una abuela afectuosa podremos valorar y recordar con el orgullo y alborozo de cuando fuimos niñas.
María José Sola
Formadora de bibliotecarios
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