Uría, Francisco. La pequeña librería de Stefan Zweig. 2.ª ed. [Córdoba]: Berenice, 2021. 142 p. (Novela). ISBN 978-84-18757-25-9. 14,95 €.
El 10 de agosto de 1936, más o menos a las doce, un hombre pasó frente a una librería de Vigo y entró. No se le ocurrió preguntar si el negocio estaba abierto, pues todo indicaba que así era. Saludó y comenzó a recorrer las estanterías. El librero, concentrado en el inventario, no tenía previsto la llegada de nadie, era verano y la gente sabía que el local estaba cerrado, pero ¿cómo no atenderlo?, podría ser una urgencia, también existen este tipo de casos entre los clientes de las librerías. Así que dejó atrás la tarea del momento y le ofreció su ayuda al señor alto, elegante, de sombrero oscuro y bigote, que lo saludó. Después de un rato de conversación, Ramón supo que el hombre que estaba en su negocio respondía al nombre de Stefan Zweig.
En La pequeña librería de Stefan Zweig el narrador cuenta la historia que una vez escuchó en voz de su abuelo Ramón, librero durante toda la vida. Sentados en la cocina de la casa, el abuelo, ahora viudo y de visita donde su hijo, ve sobre la nevera un ejemplar grueso que resulta ser El mundo de ayer de Stefan Zweig. A partir de allí comienza a recordar el pasado y decide relatar a su familia la tarde en la que el gran escritor austriaco estuvo en su librería. Era el momento de contar en detalle el día más memorable que vivió en su trabajo y había mantenido en secreto. Además, quería enseñar a sus nietos que «los libros y la libertad van unidos y no pueden darse el uno sin el otro».
En 1936, la Guerra Civil azotaba a España, y acomodarse a las reglas, por lo menos de forma aparente, era necesario para que una librería pudiera existir. Estaban prohibidos ciertos libros y autores. Se vendían solo los ejemplares aprobados. Así que quien entraba a la pequeña librería de Vigo veía en las estanterías a autores que habían pasado la censura, y por supuesto, los ejemplares de Stefan Zweig no estaban entre los aceptados. Así este fuera uno de los autores más famosos y vendidos del momento, era judío y «no debían ofender a los amigos alemanes» con libros inadecuados. Ramón y Zweig hablan abiertamente de la situación de España y de Europa en general, de las restricciones, de lo que significa una guerra civil, de la necesidad de huir para salvarse, pero también de viajes, de literatura y poesía.
La conversación entre el librero y el escritor se extiende durante la tarde, nace una amistad pasajera, pero entrañable, basada en la complicidad entre lectores. Zweig le cuenta que está de paso, que su barco ha parado en el puerto de la ciudad durante unas horas, pues se dirige hacia América, también confiesa que tenía un poco de temor a desembarcar en España, pero no ha resistido la tentación de hacerlo. El escritor parece nostálgico con su partida, presiente de algún modo su futuro, está atrapado en su propio idioma: «No es que no tengamos derecho a escribir, es que no tenemos derecho a vivir», dice. Ramón, por su parte, ya está seguro de que puede confiar en él, lo considera «su compañero de libros», así que decide confesarle el secreto de su librería.
Francisco Uría es abogado del Estado excedente y socio responsable global de banca y mercados de capitales en la firma KPMG, además de autor de varias publicaciones relacionadas con el mundo financiero. La pequeña librería de Stefan Zweig es su primer libro de ficción. Uría escribe cerca del final: «Ramón honraba la religión a la que debe ser fiel todo librero: permitir que el conocimiento, las experiencias y los sentimientos se trasmitan desde un escritor hasta quienes pretenden leerle, ayudando a esos lectores a que su mundo sea más amplio y libre, con los solos límites de su imaginación, y para que puedan leer un libro que será sólo suyo y distinto del que el escritor escribió para sí mismo».
Isabel-Cristina Arenas
De la 6.ª promoción de l’Escola de Llibreria
Comentarios del autor
Isabel, muchas gracias por tus amables comentarios sobre mi novela. Son muy acertados. Únicamente una pequeña precisión por mi parte: Ramón es el abuelo del narrador de la historia, pero no el mío. Es un personaje, como todos los del libro, salvo Stefan Zweig, absolutamente ficticio, aunque haya en el rasgos de alguno de mis abuelos, de otras personas de mi familia y también ajenas y de los libreros con los que he tenido la suerte de tratar en estos años y a los que tanto debo. De nuevo, muchas gracias por dedicar tu tiempo y tu talento a mi obra.
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