Urgel Parreño, Javier. Situación actual y perspectivas de futuro de la lectura en España [en línea]: una aproximación al estudio de los escenarios de lectura frecuente e infrecuente en nuestro país. [Madrid]: Centro de Investigaciones Sociológicas, [2015]. 53 p. <http://www.tramaeditorial.es/wp-content/uploads/2015/11/Prácticas-lectura-España_Javier_Urgel_v2.pdf>. [Consulta: 30 nov. 2016].
El trabajo que reseñamos a continuación es fundamentalmente un muestrario de datos y su pertinente análisis acerca de la lectura en España, práctica que se ha visto transformada debido a la aparición de las nuevas tecnologías y los retos que estas presentan. La introducción del estudio pretende bosquejar la situación por la que actualmente pasa la lectura de libros en nuestro país, y lo hace situando de forma somera las problemáticas que la atraviesan.
Urgel señala los desafíos que la implementación de las TIC suponen para el comercio del libro, pero no ahonda en la raíz de estas problemáticas ni describe con demasiada atención la forma en la que se lee actualmente —a pesar, de hecho, que se plantea desde el principio esta cuestión como un reto—. Siguiendo con esta parte introductoria, Urgel dibuja un breve marco de referencia de corte sociológico acerca de cómo ha sido el estudio de la lectura durante el siglo XX, señalando que, aunque al principio primaba la relevancia estadística en lugar de la calidad de las lecturas, durante el transcurso de los años se fueron estudiando otros aspectos, como por ejemplo el papel que jugaba la distinción social que separaba la alta cultura de la cultura popular, las lecturas legítimas de las ilegítimas y la lectura en el ámbito de su recepción.
Si bien es cierto que actualmente se lee más que nunca, los índices estadísticos durante los años ochenta en Francia muestran un descenso en el interés por la lectura. Resulta evidente que la lectura se ha desvalorizado, en gran parte debido al haberse ampliado la oferta cultural, que segmenta y diversifica las elecciones de los ciudadanos en relación a cómo organizan su tiempo. En un principio, las posibilidades de ocio resultaban más limitadas, ya que la oferta cultural era menos amplia, pero debido a la aparición de la televisión, la radio, los videojuegos, etc., el interés por la lectura disminuye. Urgel muestra, efectivamente, la sintomática de lo que está ocurriendo; sin embargo, de nuevo, no profundiza en el porqué. Señala que la revolución tecnológica plantea nuevas formas de leer y de procesar la información, pero sin embargo no hace alusión a las razones de ello ni investiga qué formas son esas. A pesar de que se trata de un análisis estadístico, de un análisis de datos, la sociología permite y, de hecho, entrecruza continuamente a teóricos y críticos de la cultura para sus investigaciones. Precisamente en esta cuestión es indiscutiblemente ineludible sacar a colación el concepto de modernidad líquida de Zygmunt Bauman (fallecido recientemente), que catedráticos y ensayistas como José Luis Pardo han desarrollado en relación, precisamente, a esta cuestión.
Decía Bauman que «la cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación, como las culturas registradas en los informes de historiadores y etnógrafos. A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido».[1] Y en otro lugar: «La tendencia a olvidar y la vertiginosa velocidad del olvido son, para desventura nuestra, marcas aparentemente indelebles de la cultura moderna líquida».[2]
Los soportes han cambiado, se lee más que nunca en la historia, pero no necesariamente en libros físicos, tal y como imaginamos la práctica de la lectura. Como consecuencia del cambio de los soportes y de la ingente cantidad de información a la que estamos abocados, ya no se lee de forma lineal sino en zigzag y superficialmente, de forma poco atenta; las lecturas son menos profundas y menos concienzudas, pues el lector no se halla en la soledad de su casa la mayoría de las veces. La manera de leer también es, en definitiva, líquida; cuestión esta que Urgel ha obviado a pesar de la enjundia que toma en dicho proceso.
Siguiendo con su investigación, a continuación Urgel se plantea la dificultad metodológica que el estudio puede suponerle y plantea finalmente los objetivos e hipótesis que pretende falsar en su investigación. Los objetivos son los siguientes: contextualizar la situación general de la lectura en España, describir la evolución de la práctica y establecer un análisis de las variables predictivas más importantes de la explicación en la práctica de la lectura; con los cuales pretende demostrar las hipótesis que siguen: que como consecuencia de la mayor accesibilidad a los medios digitales, la frecuencia de lectura ha aumentado; y que las variables predictivas más importantes son el nivel de estudios y el estatus personal, poniendo de manifiesto que la socialización temprana también es bastante significativa.
A la luz de los datos extraídos, las conclusiones revelaron que efectivamente la lectura había descendido en interés en relación a otras ofertas y prácticas culturales, que lo que más se lee en España son periódicos y que la media de libros leídos al año era de 5,57, pero que esa media se veía afectada por una gran cantidad de lectores que solo leían de 0 a 2 libros al año. El 70 % de la población española o no lee o lee escasamente y se sigue prefiriendo el formato en papel, al contrario de lo que presumía Urgel en relación a la introducción de los dispositivos digitales. Es también importante mencionar que, en cuanto a las variables predictivas, tenía más peso la variable educativa y la influencia de los padres y las lecturas en voz alta; mientras que el estatus social se revelaba intrascendente.
En relación con la investigación anteriormente reseñada, conviene relacionar ciertos datos referentes a este estudio realizado en septiembre de 2016:
Barómetro de septiembre [en línea]: avance de resultados. 2016. [Madrid]: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016, 33 p. (Estudio; 3149). [Consulta: 30 nov. 2016].
La situación económica de España se revela poco esperanzadora y así lo corroboran los entrevistados, que no ven ninguna mejora futura. El gran grueso de la población se pone de acuerdo en señalar como culpables a los políticos, la corrupción y el paro, lo que podría indicar un descenso en el consumo de la cultura debido al empeoramiento de las condiciones económicas de la población. Este hecho se ve confirmado por el manifiesto interés que los entrevistados aseguran tener por la cultura, que no ha descendido en absoluto. Pero sí parecen quejarse del escaso tiempo que les resta la dedicación a sus trabajos para realizar otras actividades. De todos modos, el 70 % de la población tiene la sensación de que se lee muy poco, aunque, aun así, el 30 % afirman que leen todos los días.
El grupo de no lectores asegura que no lee porque no les interesa, lo que indica que no hay ninguna circunstancia económica o de otro cariz que pueda cambiar este hecho. En cuanto al libro electrónico, el 80 % de la población sigue prefiriendo leer en papel, en la comodidad de su casa, y como parte de su tiempo de ocio. Por otra parte, los géneros literarios favoritos son, sobre todo, la novela y la novela histórica. Ciertamente, es relativa la afirmación que parece aunar a todos los entrevistados en la práctica diaria de la lectura, pues solamente el 12,7 % de la población lee más de trece libros al año. También se revela que la gran mayoría de lectores son aficionados, ya que no leen recomendados por profesionales o publicaciones críticas, sino por sus amigos o por la publicidad audiovisual. Tampoco suelen comprar libros ni acudir a la biblioteca, lo que revela cierta incongruencia con el número de lecturas que aseguran (lo que puede llevarnos a pensar en cierta práctica lectora sumergida; es decir, realizada a partir de descargas ilegales). En el último año solamente el 46,9 % de la población compró entre 2 y 4 libros, a pesar de que el 40 % asegura que en su casa tiene entre 20 y 100 libros. Como último dato de gran importancia, destaco que el 80 % de la población se conecta a Internet, y el 40 % lee textos largos en Internet; lo que vuelve a mostrar que la gente confunde lo que significa la práctica de la lectura, pues creen que se lee solamente a través de un soporte físico y que hacerlo de forma electrónica no representa verdaderamente una lectura.
En conclusión, queda notablemente demostrado que, por ahora, los dispositivos digitales no suponen ningún peligro para el libro en papel, pues se sigue prefiriendo leer cómodamente en casa. Con todo, aunque no sean libros propiamente dichos, la mayor parte de la población lee muchísimo a pesar de no ser consciente de ello (algo casi imposible de evitar viviendo en una sociedad como la nuestra, en la que nos vemos obligados a relacionarnos y a trabajar de forma prácticamente virtual). El reto principal que se nos presenta, y en esto coincidimos con Urgel, es reflexionar acerca de lo que significa leer actualmente, de cómo se lee, y cómo podemos adaptar la práctica de la lectura —que cada vez se realiza de forma más líquida debido a los tiempos que corren— para que su interés en relación a las demás ofertas culturales no siga descendiendo. Desde luego, esa será nuestro mayor desafío a partir de ahora.
Sarai Herrera
De la 5.ª promoción de la Escola de Llibreria
[1]Bauman, Zygmunt. Sobre la educación en un mundo líquido. Barcelona: Paidós, 2013, p. 45-46.
[2]Bauman, Zygmunt. Esto no es un diario. Barcelona: Paidós, 2012.
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