Carrión, Jorge. Geopolíticas: lecturas de literatura argentina. Buenos Aires: Añosluz, 2019. 176 p. (Ensayos; 3). ISBN 978-987-4083-20-3.
Puede ser que esto sea una blasfemia, y no pasa de una opinión personal, pero parece que existen dos clases de escritores; los patrios y los que no lo son. Es una simpleza vergonzosa de poner en líneas, pero es al menos una forma primaria de navegar el paisaje que algunos lectores tenemos de frente. Entre los escritores los hay quienes, de una u otra manera, hacen obra alrededor de la nación, ya sea la propia o la adoptada. También están, por contraste, esos a quienes tales asuntos les importan poco, o nada, y son legión.
Ejemplo del primer grupo, trillado pero muy al caso, es la tan famosa «Gran Novela Americana». Así, con mayúsculas, y para no pecar de incorrección política no llamamos «Gran Novela Gringa», pues nadie piensa en Canadá, México o Bolivia cuando se habla de América. Se entiende que una GNA captura la esencia y personalidad de lo que son, o se supone que son, los Estados Unidos de América. Aquí entrarían los nombres de siempre, los Melvilles, los Fitzgeralds y los Steinbecks, todos ellos muy grandes y muy americanos, parte del currículo de lectura obligatoria en las aulas de aquella nación.
En teoría sería sencillo tener una idea sobre el carácter de un país por medio de sus artistas, siempre y cuando estén comprometidos con los matices patrios. Estos, por desgracia, pueden llegar a ser tan obvios y transparentes como ocultos y opacos. Jorge Carrión (Tarragona, 1976) lo supo bien durante la temporada de 2003 a 2008, tiempo en que recorrió los paisajes argentinos donde se empapó de la rica tradición literaria de esa vasta geografía que domina al Cono Sur. Su familiaridad con la región, así como el gusto docto por sus autores, resultó en una serie de reseñas que aparecieron en diversas publicaciones culturales, como Letras Libres o The New York Times en Español, además de prólogos para ediciones de Candaya y Malpaso. Todo ello reunido ahora en Geopolíticas: lecturas de literatura argentina, a cargo de la Editorial Añosluz.
Aunque el grueso de su contenido lo forman estas reseñas, publicadas entre 2005 y 2018, sería banal limitarlas a esa categoría. Más bien se trata de ensayos, todos mínimos pero cargados de información. Aquí hay también semblanzas y opiniones, así como la clase de crítica que saca a relucir la extensa cultura lectora de quien escribe, pues si hay algo que resalta en especial es la manera en la que se vinculan datos y anécdotas. Varias de ellas, puede ser que la mayoría, desconocidas para muchos de nosotros, profanos como somos. A la mente viene «Ingmar Bergman era argentino», donde se menciona cómo, de igual manera en que Antonio Di Benedetto no nació en la capital de su país, así tampoco Bergman salió al mundo en la capital del suyo, sino en Upsala, que de paso es el nombre de un glaciar argentino.
Hay mucha política velada entre estas líneas, toda ella en relación a las complejidades de la historia argentina y la manera en que esta se ha reflejado en su producción cultural. Pero eso no significa que tengamos una imagen más clara de lo que ocurre en su espíritu, en especial cuando este no es del todo aparente incluso a sus propios escritores. Ya mejor no hablemos de quienes le somos externos. Incluso el propio Jorge Carrión es honesto en este asunto; a pesar de conocer sus esquinas y pasadizos, la geopolítica literaria de Argentina sigue siendo un enigma para él. Los misterios, es cierto, no necesariamente se esclarecen con la erudición.
Algunos nombres se repiten más que otros, pero todos ellos han tratado a su manera lo argentino. Aquí no se encuentran los apellidos clásicos en los que la mayoría pensamos cuando se nos pregunta por un representante de aquellas latitudes. Borges, Cortázar o Bioy Casares no son el objeto de estudio. Lo son los otros, quienes les siguen; Cozarinsky, Piglia, Aira, Caparrós, Fresán, Chejfec, y más. Con excepciones muy contadas, lo escrito sobre cada uno de ellos es breve, no más de tres páginas, pero con tela suficiente para extenderse mucho más. Y es ahí donde está la gracia mayor de estas reseñas, en su capacidad de hilar de manera compacta información suficiente que podría componer un texto mayor.
Jorge Carrión se abstiene de hacer conclusiones definitivas. ¿Cómo podría hacerlo? La personalidad de un país no es algo del todo fijo; cambia con el tiempo, adhiere o pierde capas conforme su historia avanza hacia el futuro. Aun así, son excelentes vistazos a la creación literaria de la Argentina contemporánea, y como ocurre siempre en documentos de esta naturaleza, es una oportunidad para conocer autores que, de otra manera, uno habría ignorado por siempre. Agradecidos tendremos que estar con Añosluz por haber hecho este trabajo. Ahora lo que a nosotros nos resta es ponernos a leer a quienes hemos descubierto.
J. Antonio Tamez-Elizondo
De la 6.ª promoción de la Escola de Llibreria
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